Todo comenzó como una entrevista más. Una tarde tranquila en Múnich, con el sol del final del verano acariciando suavemente el césped del viejo estadio del Bayern. En medio de ese paisaje, Franz Beckenbauer —“El Káiser”, el emperador del fútbol alemán— se sentaba cómodamente en una butaca de cuero antiguo, con los ojos serenos de quien ha visto todo en este deporte.

Un joven periodista español, en su primera oportunidad de conversar con él, se atrevió con la gran pregunta:

“Señor Beckenbauer, ¿quién es el mejor futbolista que ha visto jugar en su vida?”

El alemán no respondió de inmediato. Inclinó ligeramente la cabeza, como si retrocediera en el tiempo, repasando mentalmente miles de partidos y los rostros de leyendas con las que compartió cancha: Pelé, Cruyff, Maradona, Zidane… Pero entonces, sonrió con calma, y con una certeza que no dejaba espacio a dudas, dijo:

“Messi. Lionel Messi.”

Sin rodeos. Sin un “uno de los mejores”. Solo un nombre. Directo. Contundente.

El periodista, sorprendido, quiso confirmar:

“¿Incluso por encima de Diego?”

Beckenbauer asintió sin vacilar:

Jugué contra Diego, lo admiré profundamente. Pero Messi… Messi es algo que no volveremos a ver jamás.”

El Káiser recordó la primera vez que vio jugar a Messi. Fue en un amistoso entre el Barcelona y la Juventus, en 2005. Messi tenía apenas 18 años, y entró como suplente. En las gradas, pocos conocían su nombre. Pero en solo 30 minutos, ese chico de melena larga y rostro tímido desestabilizó por completo a la defensa italiana, compuesta por jugadores experimentados.

“No podía creer lo que veía”, recordó Beckenbauer. “Era pequeño, parecía invisible entre los gigantes. Pero cada vez que tocaba el balón, todo se detenía. Como si el tiempo se inclinara ante el talento.”

Pero lo que realmente conquistó al alemán no fue solo la técnica. No fueron solamente los goles imposibles ni los regates mágicos. Lo que lo impresionó de verdad fue el silencio.

“Messi no grita, no provoca, no alardea. Deja que el balón hable por él.”

La conversación giró inevitablemente hacia el Mundial de Catar 2022. Beckenbauer confesó que había llorado al ver a Messi levantar el trofeo con Argentina.

“Yo gané el Mundial como jugador y como entrenador. Sé lo que significa. Pero ver a Messi con la copa… eso fue justicia. Fue el cierre perfecto de una historia que lo merecía desde hacía casi veinte años.”

Para Beckenbauer, ese Mundial no fue solo un título más. Fue la confirmación final de que el fútbol le devolvió algo que le debía.

“Hay muchos grandes jugadores. Pero solo hay uno que puede hacerte llorar al verlo jugar. Ese es Messi.”

Por supuesto, no podía faltar la inevitable comparación con Cristiano Ronaldo. Beckenbauer lo respetó profundamente, lo describió como “la máquina más perfecta que ha producido el fútbol moderno”. Pero, luego de una pausa, sentenció:

“Cristiano es el resultado de una disciplina sobrenatural, de un esfuerzo sobrehumano. Messi es un regalo.”

Y lo remató sin titubear:

“Y los regalos así… solo se dan una vez.”

Beckenbauer también relató una anécdota fuera del campo. Fue en 2013, durante un evento benéfico en Suiza. Al entrar en la sala, vio a Messi sentado discretamente en una esquina, firmando camisetas para un grupo de niños con discapacidades. No había cámaras. No había periodistas. Solo un joven argentino sonriendo con humildad, agachándose para hablar con cada niño.

“Lo observé durante 20 minutos. No por su fama, sino por su humildad. Messi tiene el corazón de un héroe silencioso. Y eso no se entrena.”

En el final de la charla, el joven periodista le lanzó una última pregunta:

Si pudiera volver a jugar y formar parte de un once ideal, ¿con qué jugador le gustaría compartir el campo?”

Beckenbauer no dudó:

“Con Messi.”

Y agregó, con una media sonrisa:

He jugado con leyendas y contra genios. Pero Messi no vino a conquistar el juego. Vino a redefinirlo.”

Cuando terminó la entrevista, el sol ya se ocultaba tras la cúpula del Allianz Arena. El joven periodista guardó su grabadora con cuidado. Creció escuchando debates interminables sobre quién era el mejor: Messi, Cristiano, Pelé, Maradona… Pero ese día, escuchó a uno de los hombres más grandes que ha dado el fútbol hablar desde lo más profundo del alma.

Antes de marcharse, hizo una última pregunta:

“¿Si tuviera que definir a Messi en una sola frase?”

Beckenbauer lo pensó por un momento. Y entonces, con la voz baja pero firme, dijo:

“Messi es el sueño que el fútbol tuvo durante más de un siglo… y que, por fin, se hizo realidad.”

Hoy, Beckenbauer lo ha dicho sin tapujos: Lionel Messi no es solo un gran jugador. Es un fenómeno. Una leyenda viva. Un genio irrepetible.