Me llamo — bueno, no soy famoso, solo alguien que ha seguido de cerca lo que se dice en los platós. Pero aprendí que cuando los micrófonos se encienden, no sólo se transmiten palabras: también se transmiten heridas, silencios, verdades que unos creen y otros niegan. Esta es una historia de esas: María Patiño, Antonio David Flores, Rocío Carrasco, Carlota Corredera… todos en el tablero, moviendo piezas, poniendo señales, creyendo o atacando.

El documental y el silencio que explotó

En marzo de 2021, Telecinco estrenóRocío, contar la verdad para seguir viva, la docuserie en la que Rocío Carrasco decidió hablar después de muchos años. Decir lo que dijo supuso romper muros: acusaciones de malos tratos psicológicos, el distanciamiento con sus hijos, heridas íntimas que hasta entonces habían sido privadas o silenciadas.

Ese estreno generó reacciones desbordadas: titulares, debates, opiniones de todos los lados. No solo se trataba de lo que hizo Antonio David Flores en el pasado, sino de lo que muchas personas pensaban del presente, de cómo se contaba esa historia, de qué memoria se preservaba, de quién era víctima, de quién era agresor, de quién callaba cuando debía hablar.

María Patiño, periodista de esos platós que no rehúyen el choque, participó activamente en los debates generados tras la emisión. Ella no solo presentó datos, mencionó documentos —escritos, denuncias, declaraciones antiguas— y advirtió de lo que ella consideraba manipulaciones o narraciones incompletas.

María Patiño advierte y acusa

Uno de los momentos más potentes vino cuando María Patiño le dijo a Rocío Flores: “Espero que Rocío nos escuche, lo que voy a contar está documentado… Fidel Albiac jamás ha sido el amante de tu madre, Rocío… la intención de Antonio David era hacer daño a tu madre”.

Ese comentario no fue casual: era una bomba en el plató, un juicio moral fuerte. Patiño estaba diciendo que en la narrativa mediática había versiones que dañaban la reputación de Rocío Carrasco, que se le atribuían cosas falsas, y que algunos familiares o allegados de Antonio David las usaban como arma.

Desde su posición de periodista, María reclamaba responsabilidad: que se contrastaran las informaciones, que no se aceptara como verdad todo lo que se decía, que media España no se convirtiera en tribunal popular sin pruebas. Porque, decía ella, escuchar testimonios es importante, pero para formar justicia (o al menos verdad pública) se necesita rigor.

La réplica de Rocío Flores, los ataques y la defensa

Rocío Flores, hija de Antonio David Flores, no tardó en responder. En varios programas, incluso ‘El Programa de Ana Rosa’, alzó la voz para negar muchas de las acusaciones o insinuaciones: dijo que María Patiño “no tiene credibilidad”.

Rocío Flores apuntaba que ella no era “el brazo armado” de su padre, que muchas de las cosas que se decían sobre ella eran falsas o exageradas, que había sido juzgada sin escucharse su versión completa. Que ella tenía derecho también a opinar, a defenderse, a rectificar lo que consideraba injusto.

Uno de los focos de conflicto fue el tema de los carteles con la palabra “maltratador” y la identidad de su padre, Antonio David. María Patiño cuestionó la existencia, circulación o uso de esos carteles; Rocío Flores lo negó o pidió que no se generalizara lo que no estaba probado. Eso encendió más la tensión.

También hubo demandas judiciales: Antonio David interpuso acciones legales contra María Patiño por intromisión en el honor, intimidad personal y familiar. María fue acusada de haber dañado la reputación.

Carlota Corredera entra al ruedo

En medio de todo este vendaval, Carlota Corredera se convierte en portavoz de parte de lo que considera correcto defender en este conflicto. Presentadora, mediadora, y alguien que, aunque ha sido crítica, también ha mostrado apoyo a quienes sienten que han sido víctimas de desinformación o de ataques mediáticos.

Carlota interviene para defender a María Patiño cuando Rocío Flores la acusa de no tener credibilidad. Corredera le recrimina a Rocío que no se pueden decir las cosas que se dicen sin contrastar, que no se “arrastre por el suelo” a personas que trabajan con pruebas o fuentes, aunque Rocío piense lo contrario.

Ella también dice que la denuncia que Rocío Flores había puesto contra ‘La Fábrica de la Tele’ y contra Patiño o contra medios ha sido archivada, al menos temporalmente, y que no se había sentado a nadie de esa productora en un banquillo como Rocío había sugerido. Hay que decir la verdad, insiste Corredera: para todos, no solo para una de las partes.

Daño, verdad y responsabilidad

Este cruce María Patiño vs. Antonio David Flores, canalizado a través de Rocío Carrasco, con Carlota Corredera interviniendo, no es sólo un escándalo de televisión. Tiene varias capas:

Personal: vulnerabilidad. Rocío Carrasco habló de su sufrimiento, de su intento de suicidio, de sentirse abandonada, de que su voz casi no se escuchaba.

Mediática: los medios tiene poder de amplificar, de construir imágenes, de fijar narrativas — “maltratador”, “víctima”, “víctima manipulada”, “padre injusto”… todos estos términos pesan, se clavan, pueden herir.

Judicial: demandas, denuncias, procesos archivados. La justicia entra como mecanismo que valida o descarta versiones, pero no lo hace inmediatamente, no siempre con claridad para todos los espectadores.

Ética profesional: María Patiño reclama que se contraste, que se use documentación, que no se lance una acusación sin respaldo. Corredera pide respeto para los periodistas que sostienen distintas versiones. Y Rocío Flores dice que muchas veces no se le ha dado ese espacio, muchas veces se le ha juzgado antes de que pudiera hablar.

¿Quién gana? ¿Quién pierde?

No sé si hay ganadores aquí. Quizás ninguno completamente.

Rocío Carrasco recuperó su voz pública, logró que algo que muchos callaban desde hace años se mostrara ante todos. Eso tiene valor incalculable. Pero también pagando un precio: exposición, críticas, ataques, desautorizaciones.

Antonio David Flores enfrenta denuncias, acusaciones, cuestionamientos. Hay quienes creen en él, quienes le defienden; otros lo consideran responsable moralmente de muchas de las cosas que se han contado.

María Patiño recibió elogios de quienes creen en la necesidad de periodismo investigativo; pero también críticas feroces de quienes sienten que ella exagera, que actúa con parcialidad.

Carlota Corredera se pone en medio, en la línea de la profesionalidad, defendiendo que haya respeto, que se asuman responsabilidades, que se reconozca cuándo algo no está probado. Esa posición le otorga credibilidad ante quienes buscan rigor, pero también le cuesta enfrentamientos con quienes creen que está “del otro lado”.

Lo que quedó en el aire

Después de los programas, de los platós, de los debates, de los tuits, de las demandas archivadas o en curso, quedan preguntas que no tienen respuesta fácil:

¿Cuándo se repararán los vínculos personales dañados? Madre e hija, padre e hija, familiares que quizás ya no vuelven a ser los mismos.

¿Cuánta verdad se conocerá realmente? Algo siempre se queda oculto, algo siempre depende de quién lo cuente, de quién lo escuche.

¿Cuál es el papel real del periodismo en estos casos? ¿Informar para escuchar todas las voces o formar opinión para el espectáculo?

¿Cuánta responsabilidad tienen los medios en no alimentar el fuego, en no simplificar excesivamente, en evitar los insultos, las difamaciones que luego hay que aclarar con demandas?

Para mí, lo que queda claro es que este conflicto es parte de algo más grande: de cómo una sociedad trata los silencios de las víctimas, cómo detecta la necesidad de escuchar, cómo cuestiona sus propias certezas. Y que los nombres —María Patiño, Rocío Carrasco, Antonio David Flores, Carlota Corredera— son símbolos de algo que mucha gente, fuera de la televisión, vive con menos altavoces: heridas familiares, verdades medias, silencios rotos