La tarde cayó sobre los estudios de televisión con esa mezcla de nervios y electricidad que se huele antes de una tormenta. Los pasillos estaban en silencio, pero todos sabían que algo iba a estallar. En la redacción se hablaba de un documento filtrado, de un audio que comprometía a varios rostros conocidos de la televisión. Y el nombre que corría de boca en boca era el de Antonio David Flores.

El exguardia civil, tantas veces protagonista de titulares, parecía haber vuelto con fuerza. Pero esta vez no era como invitado ni como personaje: era quien movía las piezas desde fuera. Y el tablero, una vez más, tenía nombres potentes: Carlota Corredera, María Patiño y, en el epicentro, su hija Rocío Flores.

La sombra de una filtración

Todo comenzó con un mensaje anónimo que llegó a la redacción de un conocido portal digital. “Hay audios que demuestran que la historia que se contó no es como se dijo”, rezaba el texto. Nadie sabía quién lo había enviado, pero el remitente utilizó un correo encriptado y firmó solo con tres letras: ADF.

En cuestión de horas, las redes ardían. Los más fieles seguidores de Antonio David aseguraban que se trataba de una nueva estrategia para limpiar su nombre; sus detractores hablaban de chantaje, de manipulación. Pero lo cierto es que la filtración existía.

Un productor de televisión, que pidió anonimato, lo describió así:

Eran conversaciones de WhatsApp, fragmentos de reuniones de guion, momentos en los que se decidía cómo enfocar ciertas emisiones sobre Rocío Carrasco y su hija. Y, sí, había voces reconocibles.”

Entre esas voces, se mencionaban aCarlota Corredera y María Patiño, las dos periodistas que más habían defendido públicamente a Rocío Carrasco desde el estreno de la docuserie Rocío, contar la verdad para seguir viva.

Carlota Corredera, en el punto de mira

Cuando Carlota leyó los primeros titulares, el color se le fue del rostro. En un principio, pensó que se trataba de un montaje más. Pero la filtración se extendía con rapidez, y algunos fragmentos ya circulaban en redes. En ellos, una voz que muchos atribuían a ella decía frases que, fuera de contexto, podían sonar demoledoras:

Si la audiencia cae, habrá que tirar de Rocío Flores otra vez. Es el comodín perfecto.”

La periodista, según fuentes cercanas, llamó inmediatamente a su equipo legal. Sabía lo que se jugaba: su credibilidad, su imagen pública, y años de trabajo. Pero, sobre todo, sabía que en esa frase había una sombra de verdad incómoda: el drama familiar había sido, durante meses, el motor de la televisión.

En la siguiente emisión de su programa, Carlota evitó el tema, pero su rostro la delataba. En redes, los ataques se multiplicaban. Algunos la llamaban “hipócrita”, otros “víctima de un sistema que devora a los suyos”. Y mientras tanto, Antonio David guardaba silencio, observando cómo el huracán hacía su trabajo.

Patiño, la voz quebrada

Si Carlota representaba la autoridad, María Patiño simbolizaba la emoción. Llevaba años siendo la cara visible del periodismo del corazón más intenso. Había llorado, reído, defendido causas y atacado injusticias desde su silla. Pero aquella tarde, durante la emisión en directo de su programa, la noticia le explotó en el móvil.

Un redactor le mostró la pantalla:

—“María, está circulando otro fragmento… y tú sales hablando de Rocío Flores.”

La periodista palideció. En ese audio, se oía su voz diciendo algo que, sin contexto, sonaba cruel:

Rocío Flores no da contenido si no llora. Es lo que el público espera de ella.”

María, al darse cuenta de que esa grabación podía ser real, respiró hondo, se mordió el labio y, sin mirar a cámara, susurró:

No todos los audios cuentan la historia completa. Yo también he sufrido manipulación.”

El silencio del plató fue absoluto. Por unos segundos, la pantalla parecía congelada. El público sintió que algo auténtico estaba pasando: una periodista que siempre había juzgado historias se veía ahora dentro de una.

Antonio David mueve ficha

Mientras las redacciones buscaban confirmar la autenticidad de los audios, Antonio David publicó un vídeo en su canal de YouTube. Sin gritos, sin furia, con un tono más calculado que nunca, dijo:

Durante tres años he sido señalado, humillado y juzgado sin pruebas. Hoy, las mismas personas que me lincharon en televisión están quedando en evidencia. Yo no filtré nada, pero me alegra que la verdad empiece a salir.”

Las visitas al vídeo se dispararon. En menos de 24 horas superó el millón de reproducciones. Los comentarios se dividían entre apoyo absoluto y sospecha. Pero lo cierto es que,por primera vez en mucho tiempo, el relato no lo controlaban los programas de televisión: lo controlaba él.

Y en medio de todo, su hijaRocío Flores, que había intentado mantenerse al margen, fue arrastrada de nuevo al foco. En redes, su nombre volvió a ser tendencia. Algunos exigían que rompiera su silencio. Otros pedían que la dejaran en paz.

Rocío Flores, el corazón del conflicto

Rocío Flores se encontraba en Málaga cuando se enteró de la noticia. Según contó una amiga suya, rompió a llorar al escuchar el audio en el que se le usaba como “comodín de audiencia”.

Otra vez me están utilizando”, dijo entre sollozos. “¿Por qué no me dejan vivir?”

A pesar de sus intentos por mantenerse alejada del ruido mediático, Rocío sabía que su nombre seguía siendo moneda de cambio. Cada movimiento suyo era analizado, cada publicación en redes interpretada como un mensaje cifrado para su madre o para su padre.

La filtración no solo había desnudado las tripas de la televisión, sino también la fragilidad de una joven que llevaba media vida viendo su historia familiar convertida en espectáculo.

Los pasillos arden

En las horas posteriores, los pasillos de Mediaset eran un hervidero. Productores, abogados, directores… todos se preguntaban lo mismo: ¿quién había filtrado esos audios?Un rumor tomó fuerza: el material habría salido de una conversación grabada durante las reuniones previas a la docuserie , en las que se planificaban enfoques y se discutían nombres de tertulianos. Si eso era cierto, la brecha de confianza interna era enorme.