Tras humillante derrota, Mbappé ataca a Lamine Yamal, ¡su respuesta sorprendió a todos! | HO

Stuttgart, 10 de junio de 2025. El Stuttgarter Arena, impregnado de ecos de gloria y tensión, se convirtió anoche en el escenario de la última batalla futbolística entre Francia y España. La vigente bicampeona del mundo, espejismo de invencibilidad, sucumbió ante un rival decidido a despojarla de su aura: la generación dorada de Luis de la Fuente y, sobre todo, un joven prodigio de 17 años llamado Lamine Yamal, autor de dos goles magistrales, incluido un penalti ejecutado con la frialdad del más avezado.

El marcador —un contundente 5-3 a favor de España— se proyectó en las pantallas como sentencia. Mbappé, acostumbrado a erigirse en héroe tras los grandes duelos, contempló la derrota con los ojos fijos en el césped. Era la sexta vez consecutiva que caía ante un equipo con Yamal en su once: tres ocasiones en las que, con la camiseta del Real Madrid, sufrió en sus carnes la inspiración del adolescente barcelonista; y ahora, con la selección francesa, vivía la misma pesadilla.

El ambiente en el vestuario galo tras el pitido final fue irrespirable. Mbappé descargó su frustración golpeando con furia la taquilla de su casillero, mientras sus compañeros, con Aurélien Tchouaméni a la cabeza, trataban de contenerlo: “Es solo un chaval con talento, tendrás tu revancha”, le susurraba el centrocampista, pero Mbappé, que no concede méritos al azar, sabía que aquel muchacho no dependía de la suerte.

Horas después, en la abarrotada sala de prensa del estadio, el seleccionador Didier Deschamps compareció primero y, con gesto sombrío, reconoció: “Hemos cometido errores que a este nivel resultan imperdonables. España supo aprovecharlos y nosotros no estuvimos a la altura en los momentos clave”. Cuando le llegó el turno al capitán, la tensión se disparó. Kylian apareció con el pelo aún húmedo de la ducha, la mirada cargada de frustración y rabia contenida.

—Kylian, ¿cómo explicas esta sexta derrota ante un equipo donde juega Lamine Yamal? —preguntó un periodista francés.

Mbappé respiró hondo antes de contestar. Sus palabras, medidas al principio, fueron ganando aspereza:

—Mira, no me gusta personalizar las derrotas, esto es un deporte colectivo —comenzó—. Pero si queréis hablar de Yamal, creo que se está sobrevalorando a un jugador que apenas lleva dos temporadas en la élite.

Un murmullo recorrió la sala. Él prosiguió:

—Talento, nadie lo niega. Pero detrás de él existe una maquinaria mediática que le eleva a un nivel que no corresponde con su experiencia. A mi edad, yo ya había ganado un Mundial.

Al ser cuestionado sobre consistencia y títulos, Mbappé retó al adolescente:

—El fútbol no es solo marcar goles bonitos ni hacer regates vistosos; es consistencia, es ganar títulos año tras año. Que no se olvide que tiene 17 años y aún no ha demostrado nada en el panorama internacional. Que gane un Mundial y luego hablamos.

La sala se estremeció. Un periodista español, al oír la comparación, le recordó a Mbappé los éxitos de Yamal en club y selección:

—Kylian, Lamine Yamal ya ha ganado la Liga, la Copa del Rey, la Supercopa de España y la Eurocopa con España, siendo decisivo en todos esos títulos. ¿No crees que eso demuestra algo?

La réplica del astro francés fue cortante:

—No me hagas reír —respondió con una sonrisa forzada—. La Eurocopa no es un Mundial. Y en los títulos con el Barcelona, ¿cuántos goles marcó? ¿Cuántas asistencias? Yo llevo años siendo el máximo goleador allá donde voy. Él aún tiene mucho que aprender y le vendría bien algo de humildad.

Antes de abandonar el estrado, Mbappé remató su crítica con un dardo: —En el fútbol, lo que hagas hoy no importa mañana. Que disfrute su momento de gloria, porque no durará para siempre.

Las cámaras captaron cada gesto de un Mbappé que, a ojos del mundo, parecía un despiadado mal perdedor. Sus palabras se propagaron como pólvora por las redes sociales: en cuestión de minutos, los hashtags #MbappéVsYamal y #RespetaAlPadre se convirtieron en tendencia mundial. Los memes y las burlas hacia el delantero galo abundaron, mientras los aficionados del Barcelona celebraban la agresividad verbal como otro triunfo más del joven fenómeno.

De vuelta al vestuario español, los compañeros de Yamal no tardaron en mostrarle las capturas de pantalla: “Mírate esto, chaval, el tío está que arde”, le decía Nico Williams mientras le pasaba el móvil. Yamal, con sorprendente serenidad, escuchaba los vítores de su público digital, pero permanecía impasible. Su entrenador, Luis de la Fuente, se acercó para aconsejarle: —No entres al trapo, Lamine. Tú hablas en el campo.

Sin embargo, la ira contenida de Mbappé había cruzado una línea. Esa misma noche, Lamine tomó una decisión: respondió él mismo en su cuenta oficial de Instagram. Junto a una imagen suya celebrando uno de sus goles, colgó este mensaje:

“6-0 no miente. Respeto a todos los jugadores que han escrito la historia del fútbol. Yo solo juego y dejo que el campo hable. Nos vemos en la final.”

En apenas diez minutos, la publicación superó el millón de “me gusta”. El “6-0” aludía a las seis derrotas consecutivas que Mbappé ha sufrido frente a él. Conciso, directo y devastador. Era la réplica madura de un chico que prefirió la acción al ruido, ironizando con sutileza sobre la furia del francés.

Mientras la polémica pasaba factura a Mbappé —los patrocinadores expresaban su inquietud y el Real Madrid convocaba una reunión de urgencia para ‘proteger la imagen del club’—, Lamine se mantenía ajeno al huracán. Comenzaba a prepararse para la final de la Nations League, decidido a cerrar la rivalidad sobre el terreno de juego.

A dos días del encuentro decisivo, un popular programa deportivo español logró una entrevista exclusiva con Yamal. El plató, iluminado para resaltar su juventud, quedó en silencio cuando el presentador le preguntó por la controversia:

—Lamine, ¿qué opinas de las declaraciones de Mbappé?

Con una madurez impropia de su edad, el adolescente respondió:

—Respeto mucho a Kylian como jugador. Ha logrado cosas que yo solo sueño con alcanzar. Pero me sorprendió que dijera que no he demostrado nada. El fútbol es un deporte de opiniones, pero los datos están ahí: nunca he perdido contra él.

La claridad de sus argumentos volvió a encender las redes. La comparación entre el temperamento explosivo de Mbappé y la templanza de Yamal resultó demoledora para la imagen del delantero francés.

La noche de la gran final, en el Allianz Arena de Múnich, la tensión alcanzó su punto álgido. Portugal, rival de España, plantó cara, pero fue de nuevo Lamine quien marcó la diferencia. A los 23 minutos, un defensor lusitano derribó a Yamal dentro del área. El juez sancionó penalti. El joven, con la misma frialdad exhibida en Stuttgart, colocó el balón en el punto de golpeo, respiró hondo y lanzó al ángulo. Gol. Su dedicatoria silenciosa, con el dedo índice sobre los labios, resonó como una orden de mutismo para todos sus críticos.

Al concluir el partido (3-1), Lamine firmó otra brillante actuación: dos goles y una asistencia. Al levantar el trofeo, su nombre ya había eclipsado cualquier alusión a Mbappé. En el túnel que conducía a los vestuarios, los caminos de ambos se cruzaron de nuevo. Mbappé, visiblemente afectado, aguantó la mirada. Pero esta vez el silencio fue la mejor respuesta: Yamal limitó su gesto a un breve saludo con la mano, como quien despide a un rival que ha quedado atrás.

En las horas siguientes, la UEFA anunció una investigación sobre el incidente verbal en Stuttgart y pidió moderación a los capitanes. El Real Madrid, presionado por patrocinadores, emitió un comunicado oficial distanciándose de las palabras de Mbappé. Del otro lado, el Barça y la selección española aplaudieron la serenidad de su joven estrella.

Así terminó uno de los duelos mediáticos y deportivos más intensos de la temporada: Mbappé, con su ataque verbal, buscó desestabilizar a Lamine Yamal… y encontró en su respuesta una demostración de madurez que ha conquistado al fútbol mundial. El adolescente de Barcelona, con dos temporadas en la élite, ha dejado claro que la única valoración válida es la que arroja el marcador. Mientras tanto, en el club blanco y en la selección francesa, alguien ya ha comprendido que el legado no siempre está en quien levanta la voz primero, sino en quien deja que sus goles —y sus silencios— hablen por él.