LA NOCHE QUE NADIE ESPERABA

El plató de De Viernes tenía esa atmósfera eléctrica que solo aparecía cuando el equipo sabía que algo gordo iba a estallar. Las luces brillaban más de lo habitual, las pantallas se encendían con una intensidad casi incómoda, y el murmullo del público se mezclaba con los pasos apresurados de redactores que cruzaban el estudio con papeles en la mano.

Santi Acosta, impecable como siempre, revisaba sus tarjetas intentando esconder una tensión evidente—¿Está confirmado? —preguntó, mirando a la productora.—Sí. Kiko Rivera llega en diez minutos. ——¿Y Lydia?—En el camerino… “calentando”, como siempre.

Santi soltó una risa nerviosa. Todos sabían que aquella noche iba a ser explosiva.Nadie, absolutamente nadie, intuía hasta qué punto.

KIKO LLEGA CON EL ALMA ROTA

El coche negro se detuvo frente a la entrada privada de Telecinco. Kiko Rivera salió despacio, con una capucha cubriéndole la cabeza y una mirada que combinaba cansancio, enfado… y algo más profundo: miedo.

Miedo a lo que iban a decir.Miedo a lo que él mismo podría decir.
Miedo a Isa.

Porque en el bolsillo llevaba una carta arrugada que había escrito esa madrugada, a las cinco, cuando no podía dormir. Una carta para su hermana. Una carta que aún no sabía si iba a leer en directo.

Subió las escaleras del plató mientras escuchaba el eco de su propia respiración.
Cuando llegó al camerino, se miró al espejo.

—No la líes… —susurró. Pero sabía que la iba a liar.

LYDIA LOZANO SE PREPARA PARA EL TORBELLINO

En otro camerino, Lydia Lozano repasaba unas hojas llenas de subrayados. Parecía tranquila, pero no lo estaba. Le habían filtrado información sobre Isa P que, según le aseguraron, era “relevante, delicada y explosiva”.

Ella no quería hacer daño. Nunca había querido. Pero era periodista de corazón y sabía que su trabajo —guste o no— consistía en contar lo que otros no querían contar. Y esa noche, todo apuntaba a un tsunami emocional.

Se puso su chaqueta favorita, respiró hondo y murmuró:—Dios mío, que salga todo bien… aunque sé que no va a salir.

COMIENZA EL PROGRAMA

Santi se puso en el centro del plató, las luces enfilaron hacia él, y en el aire se podía cortar la tensión con un cuchillo.

—Buenas noches, España. Hoy… hoy va a ser una noche complicada. Tenemos con nosotros a Kiko Rivera. Y también a nuestra compañera Lydia Lozano. Hay temas pendientes, hay heridas abiertas… y quizá, solo quizá, haya espacio para la reconciliación.

El público aplaudió. No sabían lo que iba a pasar, pero lo presentían.

Santi se giró.—Kiko, por favor.

ENTRA KIKO RIVERA

El silencio fue total.Kiko caminó hacia el centro del plató con una expresión dura, pero sus ojos lo traicionaban. Había dolor allí. Mucho.

Se sentó.Le temblaban las rodillas, aunque nadie lo veía.

Gracias por venir —dijo Santi.

—No me quedaba otra —respondió Kiko, intentando hacer humor, pero le salió una frase rota.

Luego llamó a Lydia.—Acompáñanos, Lydia.

Ella avanzó con paso tenso.No se miraron.No todavía.

UN CRUCE DE MIRADAS QUE LO DICE TODO

—Kiko —empezó Lydia, con un tono suave—, sé que estás enfadado conmigo.

—¿Enfadado? —soltó una carcajada amarga—. Lydia, tú has hablado de mi hermana… cuando ni siquiera sabías la verdad.

Lydia bajó la mirada.Santi intervino:

—Tenemos aquí la información que causó todo esto. Pero antes de leer nada, quiero que ambos habléis con sinceridad.

Silencio.

Kiko respiró hondo.Y explotó.

LA BRONCA QUE ENCENDIÓ ESPAÑA

—Lydia, te lo digo de verdad: ¡estáis jugando con sentimientos que no tenéis derecho a tocar! ¡Con mi hermana, con mi familia!

Lydia intentó defenderse:—Yo solo hago mi trabajo…

—¡TU TRABAJO! —Kiko golpeó la mesa—. ¿Y si tu trabajo es destrozarnos? ¿Eso te vale?

—¡No es justo que digas eso! —replicó Lydia, al borde del llanto—. Siempre he intentado cuidaros. ¡Siempre!

—Pues no parece.

El público murmuróSanti tragó saliva.

La tensión era insoportable.

EL INFORME SOBRE ISA P

Santi levantó una de las hojas.—Vamos a leerlo para aclararlo, ¿os parece?

Kiko levantó la mano.—No. No hace falta que leas nada. Ya sé lo que dice. Ya sé cómo funciona esto.

Pero Lydia insistió:Kiko, es mejor ponerlo sobre la mesa.

—¿Sobre qué mesa? ¡Si no es verdad!

Santi intervino con calma:—Kiko… ¿qué es lo que más te duele?

Kiko no respondió.Miró al suelo.

Miró sus manos.

Y finalmente murmuró:

—Que Isa no merece esto.

KIKO SE ROMPE

Las cámaras enfocaron su rostro justo cuando una lágrima solitaria le cayó por la mejilla.

—Mi hermana… —dijo con la voz quebrada—. Hemos discutido, sí. Hemos estado meses sin hablarnos. Pero Isa… Isa es mi sangre. Aunque yo haya sido un desastre, ella siempre ha tenido un hueco para mí. Y yo… yo no he sabido cuidarlo.

Lydia, que pocas veces se desarmaba en directo, empezó a llorar también.

>—Perdóname, Kiko —susurró—. De verdad.

Pero él negó con la cabeza.

No es a mí a quien tienes que pedirle perdón.