El sol de la tarde caía sobre Madrid con una luz mortecina, como si el cielo también esperara lo inevitable. En los pasillos de los medios de comunicación, corrían los rumores. Se decía que Rocío Carrasco y Fidel Albiac estaban pálidos, ausentes, con rostros demudados, tras lo que la influencer/periodista Maica Vasco había dicho sobre Antonio David Flores. Una acusación, un rumor, un escándalo que obedecía al viejo adagio: quien tiene ojos, que vea; quien tiene boca, que hable… y quien calla, que sospeche.

El fuego se encendió en un canal digital, donde Maica Vasco publicó una investigación donde, según ella, se confirmaban conexiones poco claras entre Antonio David Flores y ciertas filtraciones mediáticas que habían perjudicado a Rocío Carrasco públicamente. Era algo que no había sido dicho con tanta fuerza, con tales pruebas, hasta ese momento. Y Rocío y Fidel, acostumbrados al filo de la exposición, sintieron el golpe.

El rumor que incendia
Desde hacía semanas, Maica Vasco comentaba en su canal que había encontrado documentos que apuntaban a una manipulación de imágenes, portadas, declaraciones que coincidían cronológicamente con filtraciones atribuidas a Antonio David Flores. Que ciertas exclusivas que salían en revistas en momentos clave le beneficiaban políticamente, dejaban a Carrasco bajo una luz negativa.

Un día, un mensaje de Vasco sacudió todo: había pruebas de que algunas imágenes que mostraban a los hijos llorando en fechas de bodas o de actos familiares, no eran espontáneas. Que alguien había permitido que esas fotos salieran, que se pactaran. Que la narrativa mediática montada no solo generaba lástima, sino que dañaba reputaciones, afectaba emocionalmente a quienes se veían obligados a vivir dentro de ese relato.

La reacción de Rocío Carrasco
Rocío Carrasco, al enterarse de la publicación, sintió un escalofrío. No era la primera vez que acusaban a Antonio David de utilizar a sus hijos para un mensaje mediático, pero esta acusación de Maica Vasco parecía diferente: con pistas, con fechas, con recomendaciones de portadas y declaraciones públicas. Era como si alguien hubiese tomado un pincel sucio y lo hubiese deslizado sobre su vida.

El teléfono de Rocío no paraba de vibrar. “¿Lo has visto?”, “¿Es verdad?”, “Se están pasando”. Amigos cercanos le aseguraban que parecía agotada, como si cada nuevo rumor le drenara algo de fuerza, algo de su fortaleza, esa que todos creían que era inquebrantable. Y Fidel, su compañero, la apoyaba, pero también se veía preocupado. No solo por lo que decía el rumor, sino por cómo este se iba filtrando, regando por redes, programa tras programa, hasta volverse casi tangible, casi cierto para quienes no verifican, para quienes solo escuchan.

Maica Vasco y la evidencia
Maica Vasco no tardó en exponer lo que tenía: copias de contratos de fotógrafos, fechas de conciertos, imágenes programadas para exclusivas, en uno de los eventos homenaje a Rocío Jurado organizados por Rocío y Fidel. En una de esas piezas, el actor Víctor Elías fue contratado para la dirección musical del concierto en el WiZink Center. Según Vasco, luego hubo un evento posterior en el que ese actor no fue contactado, aunque ya estaba comprometido, y las redes cuestionaron las razones. Vasco sostuvo que la productora “GREEN COW”, vinculada a Fidel Albiac, estaba detrás de la gestión —o la no gestión— de ese encargo, y que ello demostraba favoritismo, de filtraciones, y la manipulación parcial de quién trabaja con Rocío, quién se queda fuera, quién es protagonista mediático.

El rumor se extendió como pólvora: “¿Cómo que Fidel Albiac decide quién aparece?”, “¿Cómo que Antonio David tiene acuerdo con revistas?”, “¿Cómo que Rocío no se defiende de estas filtraciones?”. En cada comentario, en cada like, en cada historia de Instagram, la sombra de la acusación crecía.

Los días pálidos
Rocío Carrasco comenzó a mostrarse menos brillante en sus apariciones públicas. Quienes la vieron recientemente en entrevistas comentan que su voz estaba apagada, que sus ojos parecían pesar más de lo acostumbrado. Su piel blanquecina, como si cada rumor le hubiese arrancado algo de sangre. Fidel a su lado, más serio de lo habitual, respirando con lentitud. Pálidos, como si la noticia le hubiese robado algo esencial: la certeza de qué verdad es suya, qué parte del relato es auténtica, qué parte viene mediatizada por quienes quieren contarla de un modo que no concuerda con su verdad.

En casa, según supuestos cercanos, hubo discusiones silenciosas sobre qué hacer: negar, demandar, ignorar, confrontar. Rocío quería conservar su dignidad pero también proteger a sus hijos de que fueran usados como moneda de cambio mediático. Fidel quería medir cada palabra, porque sabía que cada palabra pública puede volverse arma en estas guerras de rumor, acusación y silencio.

El papel de Antonio David Flores
Antonio David, por su parte, negó todo lo que Vasco había dicho. Salió en plataformas, programas, redes sociales; habló de difamación, de montaje, de conspiración mediática en su contra. Afirmó que nunca había pactado portadas, que si sus hijos aparecían en revistas era porque los fotógrafos los captaban sin su consentimiento, o bien, que Rocío también lo permitía indirectamente al no evitar que se usaran esas imágenes.
Además, mencionó que muchas de las acusaciones contra él se basaban en testimonios sesgados, en versiones que se repiten sin documentación verificada. Que Maica Vasco se apoyaba en fuentes anónimas, en suposiciones, en pistas sueltas que se juntan en un mosaico perjudicial para él y para su familia. Y pidió, también públicamente, respeto, que no se use a los menores como argumento, como cortina, como efecto dramático.
Medios, ecos y lluvia de opiniones
Los programas de televisión recogieron lo dicho por Maica Vasco. Expertos en prensa rosa, periodistas de crónica, tertulianos discutían: “¿Dónde termina el periodismo de investigación y dónde empieza la difamación?”, “¿Puede la fama justificar el escrutinio continuo?”, “¿Cómo se protegen los derechos de los hijos menores?”. Muchos coincidían en que el daño reputacional ya estaba hecho: para Rocío, para Fidel, pero también para Antonio David.

En redes sociales, los seguidores de ambas partes se polarizaron: unos defendían que Rocío y Fidel estaban siendo víctimas de maniobras injustas, de conspiraciones de prensa, de manipulación constante; otros aseguraban que “la verdad se ve”, que ciertas inconsistencias en declaraciones pasadas hacían que se preguntara más, que no todo lo que Rocío cuenta es verificable, que Antonio David también sufre ataques constantes que le ponen en una defensa perpetua.
Confrontación final
Una tarde, Rocío apareció en un programa de televisión, poco después de la publicación de Vasco, y pidió hablar: “Yo no he consentido que usen a mis hijos para titulares que hieren”, dijo. “Si hay pruebas, se presentarán”, añadió. Su voz, firme, temblorosa, dio más tono humano a la controversia.
Fidel, por su parte, publicó en redes un comunicado mostrando contratos, facturas, documentos organizativos de los conciertos, de la productora, negando que existiera un plan sistemático de manipulación, y asegurando que muchas de las acusaciones eran falsas, exageradas, malinterpretadas. Que, como cualquier promotora, decide quién trabaja según calidad, disponibilidad, costos. Que a veces, decisiones difíciles en producción suenan más crudas al verlas desde fuera.
¿Qué queda después del rumor?
Los días siguientes quedaron llenos de columnas de opinión, titulares en prensa rosa, explicaciones en tertulias. Rocío recuperó algo de color, algo de energía, al ver que muchos creían en ella, que muchos pedían pruebas, pero también entendían el dolor de la exposición. Fidel permaneció cercano, callado en su apoyo, escéptico con lo que leían, decidido a que la verdad que él conoce no sea siempre la que otros construyen.
Antonio David también recibió apoyo de quienes creen que ha sido juzgado sin pruebas, que la fama de Rocío le otorga un poder simbólico que algunos usan para crear historias complejas. Pero esa mirada de quién viene de atrás, de quién ha sido acusado tantas veces, la defiende con la suya: que también tiene derecho a ser oído.
Y Maica Vasco, la que detonó todo esto, reivindicó su labor de análisis, de investigar, de señalar lo que considera parcialidades, irregularidades. Dijo que no todo lo que hace daño es mentira, que algunas verdades tardan en verse, que si alguien se equivoca, la justicia, la conversación pública lo dirá
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