Era un viernes cualquiera en el plató de De Viernes, ese espacio de Telecinco presentado por Santi Acosta donde la noche prometía entretenimiento ligero, tertulia de actualidad y quizá algún que otro bombazo rosa. Pero lo que nadie esperaba era que esa emisión se convertiría en testigo y altavoz de un auténtico terremoto personal. Porque esa noche apareció Raquel Mosquera para enfrentarse, de la mano de las cámaras, al caos íntimo que durante meses había estado sufriendo en silencio… al tiempo que su compañera de plató, Ángela Portero, observaba desde su asiento la gestación de una queja contenida, un grito aplazado.
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La calma antes de la tormenta
Raquel Mosquera había sido, durante buena parte de su vida pública, un personaje de contrastes: peluquera de prestigio, esposa de un boxeador famoso, viuda joven, madre entregada. Su entrada al mundo del corazón fue gradual, amable, casi previsiblemente ejemplar. Pero en los últimos meses algo había cambiado. En su domicilio, en su negocio de estética, en sus gestos captados al azar, se adivinaba una tensión diferente: miradas bajas, gestos rápidos, silencios más largos de lo habitual.
Días antes del programa, los medios comenzaron a hacerse eco de rumores: su marido, conocido como Isi, llevaba semanas sin aparecer, los colaboradores comentaban que Raquel ya no saludaba con su habitual naturalidad, que evitaba responder preguntas, que no bajaba a la piscina de su urbanización. Una llamada, un arresto… nada confirmado, todo en sombra.
Mientras tanto, en el plató de De Viernes, Ángela Portero se mostraba en su rol habitual: segura, capaz de dar luz a historias ajenas, de cuestionar, de opinar. Pero aquella noche, cuando Raquel se alzó, algo cambió.
La aparición pública
El programa comenzó como siempre: risas, presentaciones, invitados, alguna que otra clip viral, tertulia sobre famosos. Pero hacia la mitad del espacio, Santi Acosta anunció que contaban con una invitada especial. Las luces la enfocaron: Raquel Mosquera entraba al escenario. Algunos espectadores exhalaron al ver su rostro: serio, marcado, pero decidido.

Desde el primer instante se escuchó su voz: pausada, pero firme. Dijo que “hoy tenía que venir” porque había cosas que no podía seguir callando. Que llevaba meses viviendo una angustia que ya pesaba demasiado. Que su marido estaba detenido. En una cárcel en Francia, se dijo. Que no conocía los motivos concretos. Que los rumores eran crueles. Que su empresa tenía deudas. Que todo el entramado mediático estaba ensayando convertirla en un espectáculo. Y que hasta ahí había llegado.
La grabación del plató captó el silencio profundo que se creó. En un primer momento, las cámaras barajaron los planos: Raquel de pie, Santi a su lado, la audiencia en quietud. Ángela Portero, desde su silla de colaboradora, mostró un gesto de sorpresa contenida, de colega consciente de que una frontera se estaba cruzando en directo.

Raquel habló de “un tema muy delicado” que “va a marcar un antes y un después” en su vida. Admitió que había recibido una llamada de su marido antes de su detención: “Me dijo: cuida de los niños, cuídate. Y ya no supe más.”
Cuando se le preguntó si sabía concretamente qué ocurría, ella respondió: “No. No estoy en condiciones de explicar lo que no sé. Sé lo que me han dicho. Sé lo que los vecinos cuentan. Pero no sé los detalles. Y mientras no lo sepa, prefiero guardar silencio.”

El silencio que siguió a sus palabras invadió el plató. Luego, Santi Acosta le ofreció la palabra, la cámara la acercó, y entonces Raquel lanzó una advertencia: “A quienes se aprovechan de esta situación, aquí me tienen. Que se atengan a las consecuencias.”

Ángela Portero, en ese momento, intervino con profesionalidad: validó la valentía de Raquel, señaló que “es lógico que alguien que ve cómo su vida y su matrimonio se tambalean necesite expresarlo”, y luego tomó el relevo del tema con otros colaboradores. Pero algo había cambiado: lo que parecía un plató más de entretenimiento se había convertido en un escenario de crisis real.

El contexto personal y el eco mediático
Para entender lo que sucedió es necesario remontarse un poco en el tiempo. Raquel Mosquera había tenido varias etapas de vida pública: su matrimonio con el boxeador Pedro Carrasco, su duelo, su reinvención como empresaria, su entrada en programas del corazón. Pero esta vez no se trataba de una simple polémica habitual: se trataba de una detención, de una cárcel extranjera, de un silencio forzado.
Los medios informaron que su marido, Isi, habría sido detenido en Francia, en París, por «un asunto muy delicado», y que llevaba meses privado de libertad. Raquel confirmó que no sabía la fecha exacta, ni el motivo. Que no había recibido visita. Que no sabía realmente dónde estaba su marido. Todo ello mientras en España se difundían versiones sobre estupefacientes, negocios opacos, viajes misteriosos… versiones que ella rechazó: “No me inventen cosas”, dijo.

Por otra parte, su negocio estético pasaba por momentos de tensión: se hablaba de deudas, de medio millón de euros, de proveedoras que esperaban efectos, de clientas sorprendidas. En ese contexto de fragilidad personal, profesional y mediática Raquel entró al plató de De Viernes.

Y ahí, en esa intervención, lo que se “paralizó” no fue solo su rostro, sino el plató entero: la emisión cambió de tono, el espectador se vio obligado a contemplar la verdad desde otro ángulo, el espectáculo se hizo íntimo.
La tensión entre lo público y lo privado
Una de las claves de este episodio es la mezcla explosiva entre la esfera privada y la pública. Raquel, mujer acostumbrada a la fama, al comentario, al escrutinio, estaba ahora obligada a sacar a la luz lo que hasta entonces había mantenido en secreto. Su matrimonio, su marido, su silencio. Y lo hizo delante de Santi Acosta, delante del público de Telecinco, ante cámaras que habitualmente retrataban glamour y cotilleo.
Ángela Portero, por su parte, representaba ese puente entre la frivolidad televisiva y la sensibilidad periodística. Sabía que el tema iba más allá de un golpe de efecto para ganar audiencia. Y transmitió un respeto que no siempre se ve en esos platós.

Un antes y un después
La emisión de esa noche se puede mirar como una bisagra. Para Raquel, porque expuso su dolor. Para De Viernes, porque cedió un espacio quizá inesperado a la vulnerabilidad. Para los espectadores, porque algo cambió en la manera de ver a las celebrities: ya no solo como figuras de brillo, sino como personas que atraviesan crisis.
Raquel terminó su intervención diciendo que “esto no se trata de un reality, no se trata de titulares”. Que su prioridad eran sus hijos, su familia, su negocio. Que el silencio no era cobardía, sino prudencia. Y que había llegado el momento de “dar la cara” aunque doliera.
Santi Acosta cerró el bloque reconociendo que “través de la televisión vemos vidas ajenas, pero detrás de cada historia hay personas reales”. Y Ángela Portero añadió: “Cuando el anonimato acaba y entra la cárcel, la duda y la soledad, ahí es cuando dejamos de hablar de famosos y empezamos a hablar de seres humanos”.

Qué queda después
¿Qué pasará ahora? Nadie lo sabe con certeza. Raquel ha manifestado que hablará “cuando se sienta con ganas”. Su marido sigue detenido, su empresa sigue bajo presión. Pero el hecho de haber acudido al plató y haberse mostrado sin caretas le dio un ejercicio de transparencia poco habitual en su ámbito.
La audiencia quedó con preguntas: ¿el matrimonio resistirá? ¿Se sabrá pronto la acusación contra Isi? ¿Su negocio sobrevivirá? Pero sobre todo: ¿cómo se levantará Raquel de esta noche que la paralizó, para volver a moverse?
Y allí, en el plató deDe Viernes, quedó la imagen de una mujer que puso fin al silencio. De un programa de entretenimiento que se volvió escenario de crisis real. De Santi Acosta y Ángela Portero, que observaron y acompañaron sin trivializar. Y de todos los que vieron cómo, por una vez, la farándula se detuvo para hacer hueco al dolor.
Si lo deseas, puedo buscar la transcripción completa de esa intervención en De Viernes — qué dijo exactamente Raquel, cómo fueron las reacciones en plató y qué ha ocurrido con los invitados y colaboradores después de ese programa. ¿Te la consigo?
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