Madrid. No era apenas un acto protocolario, sino una ceremonia cargada de significados y tensiones. Porque, en menos de una hora ante los micrófonos, sus palabras encendieron una guerra mediática.

Desde el principio, el ambiente era eléctrico. Allí estaba él: sonrisa nerviosa, traje impoluto, la camiseta blanca con el dorsal 30 a la espalda —el mismo número que había llevado en River Plate—, firmado por seis años, con la cláusula activada por 45 millones de euros . Un ícono más en ascenso, a punto de tomar el vuelo en el Santiago Bernabéu.

La rueda de prensa arrancó con normalidad. Agradecimientos, un derecho de paso por su infancia, el sueño que cumplía, el anhelo de ser alguien en este club tan enorme. Luego vino la pregunta que pocos se atrevieron a formular… y su respuesta resonó como un misil :

Para mí, el mejor jugador del mundo es Messi. Soy argentino.”

El silencio, la sorpresa, la incredulidad. Un joven madridista declarando que es hincha de su eterno rival, y más aún: que considera a su antiguo capitán como el mejor de todos. La frase dio la vuelta a los medios. Titulares: “¿Traición al Real Madrid?”, “¿Provocación innecesaria?”, “Ni la camiseta del Madrid lo sobornó”. Algunos periodistas lo supieron leer para sí: el club más grande del mundo —el Real Madrid— y, aún así, su feroz admiración por Lionel Messi: símbolo de su archirrival, exbaluarte del Barça

Pero si alguien esperaba que Mastantuono se retractara, estaban equivocados. Él mantuvo su postura con franqueza y naturalidad:

Messi significó mucho para el Barcelona y para los argentinos… Creo que este último tiempo ha sido el mejor jugador.”

Lo dijo sin titubeos, y quizás esa transparencia fue lo que lo salvó. La periodista Cristina Cubero, desde El Chiringuito, incluso lo admiró: “Me ha dado envidia… se marchó sin imposturas, como un crack.”

Ahora bien, la “guerra” que desató no fue militar, sino cultural y mediática. En Argentina, algunos lo criticaron: al percibir que los jóvenes talentos ya priorizan Europa, sin consolidarse en Sudamérica. El periodista Hernán Pereyra comentó que “Mastantuono apresuró su salida, aún no estaba listo” para un club tan grande como el Madrid

En España, la reacción fue diversa: algunos exaltaron su valor para hablar con sinceridad antes que con conveniencia; otros lo vieron como una provocación innecesaria que podría generar resistencia en la plantilla y la afición blanca.

Pero Franco salió al paso con serenidad, abrazando su identidad y sus valores:

Agradeció la llamada de Xabi Alonso, su nuevo entrenador, y confesó que esa confianza fue clave para su decisión

Reconoció el respeto que le tiene al Real Madrid, “el club más grande del mundo”, y prometió “dejar la vida” por la camiseta

Su admiración por Messi, explicó, no contradice su compromiso con su nuevo equipo, sino que refleja su esencia: “Soy argentino; para mí, el mejor es él.”

Además, Mastantuono llega precedido por una conexión emocional y generacional: es el primer argentino en incorporarse tras la salida de Ángel Di María (2014), y desde entonces se le comparó con él por su talento ofensivo Su juventud es impactante: fue el jugador más joven en debutar en la selección en un partido oficial —superando incluso marcas impensadas— y llegó al Real Madrid tras un proceso vigilado desde los 16, acelerado por el interés del PSG

El relato de la guerra mediática comenzó ese mismo día, en las portadas de diarios, programas deportivos y redes sociales. Críticos y defensores se alzaron. Pero lo que se impuso fue la idea de un chico que no rehúye su pasión, incluso vistiendo la camiseta rival. Que quiere escribir su propia historia —y quizás eso, al final, es lo más madridista de todo.