La sala de redacción del programa Socialité estaba en tensión aquella mañana. Los periodistas repasaban titulares, repasaban fuentes, ajustaban cronologías. Pero todo parecía converger hacia un mismo desenlace: algo estaba a punto de estallar entre María Patiño y la familia Flores‑Carrasco. Y cuando Rocío Flores y Antonio David decidieron “pillar” a Patiño —es decir, devolverle un golpe con sus propias armas—, todos sabían que el capítulo siguiente marcaría una nueva etapa en ese enfrentamiento mediático.

El origen del fuego
Hace años, que María Patiño se involucrara con el conflicto entre Rocío Carrasco y Antonio David no era casualidad. Como periodista del corazón, había seguido cada giro del caso, cada declaración, cada programa, cada silencio. En muchas ocasiones, Patiño defendió la versión de Rocío Carrasco, mientras señalaba movimientos sospechosos de la parte contraria.
Uno de esos momentos recordados fue cuando Patiño advirtió a Rocío Flores sobre acciones de su padre:
Tenía intención de hacer daño a tu madre”, dijo.
Y luego, cuando Flores amenazó con demandas por supuestas denuncias falsas, Patiño le respondió con firmeza:
A mí no me eches un pulso en cuanto a las denuncias falsas…”
Esas chispas fueron acumulándose. Años de reproches, reproches públicos, argumentos cruzados y titulares punzantes.

El momento de “pillada”
Una mañana cualquiera, Rocío Flores y Antonio David aparecieron con una información que, según ellos, “ponía en evidencia” a Patiño. No se trataba de simples rumores: era un informe. Un supuesto dossier o documento que argumentaba que Patiño habría manipulado algunas declaraciones, ocultado contextos o tergiversado hechos para favorecer la versión de Carrasco. La palabra “pillada” resonó entre los titulares de medios amigos: “Patiño pillada”, “¿Ha publicado mal?”, “¿Sesgo periodístico?”…
El informe detallaba cosas como:
Que Patiño no había ofrecido todas las fuentes de algunos testimonios.
Que algunas afirmaciones emitidas en programas de televisión no habían sido contrastadas con fuentes oficiales.
Que ciertas rectificaciones hechas al aire no correspondían a lo que se supuso que había dicho originalmente.
Que algunos contextos —temporales, emocionales, relacionales— fueron omitidos a conveniencia.

Algunos medios sensacionalistas destacaron fragmentos del informe, lo que generó un revuelo. En redes sociales comenzaron a viralizarse capturas y fragmentos del documento. Usuarios preguntaban: “¿Hasta qué punto confiamos en lo que vemos y escuchamos?”.
Para Patiño, aquel golpe era personal. No era solo crítica profesional: era un cuestionamiento a su credibilidad, su ética, su independencia. Muchos en los despachos amigos comentaban que ella pasaría la tarde más difícil de su carrera.

La réplica controlada
María Patiño no se dejó ver abatida. Apenas conoció los titulares, pidió intervenir en directo en Socialité. Con rostro serio pero voz firme, salió al aire:
Algunos quieren pintarme como una periodista que manipula. Pero les aseguro que mi trabajo —aunque imperfecto— siempre ha estado respaldado por fuentes, grabaciones, documentos. Que me llamen ‘pillada’ no es más que otro intento de silenciarme.”
Durante esa intervención, Patiño usó algunos recursos:
Contrapuso declaraciones antiguas del propio Antonio David para mostrar contradicciones.
Señaló que ella ya había sido juzgada por declaraciones similares y fue absueltaExplicó que cuando hizo afirmaciones polémicas, algunas las había rectificado en directo, lo que también estaría registrado en grabaciones.
Afirmó que el documento que la “pillaba” no era más que un montaje calculado para generar noticia y desgaste.
También aprovechó para lanzar un ataque preventivo: denunció que algunas cuentas secundarias en redes sociales, relacionadas con Antonio David, estaban coordinando campañas para atacar a periodistas que defendieran la versión de Carrasco.
Finalmente, cerró con un mensaje claro:
No me van a silenciar. Porque defender la dignidad de una madre no es manipulación. Es resistencia.”
El contraataque del otro lado
Rocío Flores, visiblemente afectada, respondió también. En El programa de Ana Rosa, dejó caer:
No soy tonta. Sé cuándo me usan. Y sé cuándo alguien quiere que yo crea algo que no es. Si María tiene pruebas, que las muestre. Yo no permitiré que se cuestione mi verdad sin fundamento.”
Al mismo tiempo, algunos medios vinculados a la familia Flores comenzaron a publicar análisis “técnicos” del informe, destacando supuestas omisiones de Patiño. Que si contexto, que si matiz, que si detalle. Hasta tertulianos de corazón se dividieron: algunos apoyaban que el informe era legítimo, otros decían que era una estrategia desesperada para derribar a una periodista que molesta porque no calla.

Entre tanto, Antonio David guardó silencio público, pero sus aliados mediáticos atizaron: “María se cree juez y parte”, “No es periodista imparcial”, “Hace espectáculo de todo”. Las redes ardían de comentarios polarizados.
La tensión alcanza el clímax
Los días siguientes fueron intensos. Patiño empezó a recibir acusaciones de compañeros, críticas en prensa y exigencias de explicar paso por paso el informe. Pero también recibió apoyos: colegas que declaraban públicamente que confiaban en su rigor profesional. Algunos espectadores empezaron a revisar emisiones anteriores para comparar versiones.
Durante una emisión en directo, María mostró fragmentos de grabaciones donde algunos de los testimonios del informe estaban sacados de contexto. Incluso denunció que ciertas fuentes que alegaban haber sido “usadas” nunca habían hablado con los redactores del documento. El plató se llenó de tensión: colaboradores separaban opiniones, preguntaban, debatían. Fue un momento de vértigo mediático.

Consecuencias y reflexión
Al cabo de semanas, el ruido bajó un poco. El informe perdió protagonismo. Otros temas ocuparon titulares. Pero las heridas siguieron allí: dudas sembradas en algunos públicos, cuestionamientos internos de quienes antes confiaban sin reserva.
Para Patiño, el golpe dejó marcas. No porque la “pillada” haya sido definitiva —no lo fue— sino porque mostró cuán frágil puede ser la credibilidad pública cuando alguien decide atacarla con documentos (reales o no) y con fuerza mediática.

Para Rocío Flores y Antonio David, el movimiento también fue calculado: intentar debilitar el respaldo mediático que Patiño le da a Carrasco, mostrar que no todo es impune, insinuar que las voces que defienden a Rocío también pueden equivocarse.
Y para el público, fue un recordatorio brutal: que los medios también son campos de batalla. Que detrás de cada titular hay estrategia, interés, emoción. Que “pillar” a alguien en la prensa hoy no es solo exponer errores, sino intentar construir una narrativa rival.
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