La noche se cerraba pesada en los platós de televisión y redes sociales. Un titular emergente empezó a agitar los portales del corazón y el crimen: Daniel Sancho denuncia a Joaquín Campos por el crimen de Edwin Arrieta. La agresividad del lenguaje lo decía todo: no era una acusación menor, era un contraataque. Y en ese pulso de acusaciones cruzadas nacía una nueva escena dramática en un caso ya cargado de dolor, misterio y reproches públicos.

El nombre de Joaquín Campos, autor del libro Muerte en Tailandia, había sido señalado durante semanas como alguien que “sabía demasiado”. Ahora, según fuentes cercanas al entorno de Sancho —aún privado de libertad en Tailandia—, la defensa del joven habría presentado formalmente una denuncia contra Campos, precisamente por sus afirmaciones públicas que, aseguran, están manchando la reputación de Daniel y su familia.

El trasfondo del enfrentamiento

Para entender este nuevo episodio es necesario repasar lo que ya venía ocurriendo: en enero de 2025, Joaquín Campos lanzó Muerte en Tailandia, una investigación que arroja versiones polémicas sobre el homicidio del cirujano colombiano Edwin Arrieta a manos de Daniel Sancho. Campos afirma que el móvil del crimen fue económico: que Arrieta habría entregado más de 1.300.000 euros a Sancho, que este último se los habría gastado, y que el asesinato fue cuidadosamente planificado con bolsas, film transparente y compra de materiales para no dejar huellas.

La publicación causó una reacción inmediata: la defensa de Sancho anunció que tomaría medidas legales ante las revelaciones que considera “infundadas y dañinas”. Además, Campos había acusado al padre de Sancho, el actor Rodolfo Sancho, de beneficiarse económicamente del caso, por recibir supuestamente un millón de euros del documental sobre el crimen.

Ya desde ese momento se hablaba de querellas cruzadas: la defensa decía que Campos estaba “publicando mentiras”, mientras que Campos afirmaba tener “cosas importantes que alguien no quiere que salgan a la luz”. Ahora la hipotética denuncia de Sancho contra Campos formaría parte de ese enfrentamiento público que se extiende más allá del juicio penal.

Este escenario convierte a Joaquín Campos no sólo en narrador del caso, sino en personaje central de la disputa: acusado de manipular versiones, de lanzar acusaciones sin base firme, de reescribir la historia desde un prisma sensacionalista.

El día de la denuncia: tensión en el aire mediático

En una rueda de prensa convocada de forma abrupta, los abogados de Daniel Sancho aparecieron frente a cámaras y micrófonos. Con gesto grave, anunciaron que habían presentado formalmente una denuncia en la jurisdicción española (o en la correspondiente) contra Joaquín Campos por difamación, injuria y daño reputacional. Alegaron que muchas de las afirmaciones del libro son “ficciones disfrazadas de investigación”, que no han sido debidamente contrastadas, y que están injuriando a Sancho y su entorno, ya vulnerable ante una condena penal de cadena perpetua.

Los abogados leyeron fragmentos del libro y los compararon con actuaciones judiciales ya acreditadas: afirmaciones como que Sancho acudió a un centro de salud mental días antes del crimen (“estaba como una cabra”) o que habría confiscado millones de Arrieta, argumentan, carecen de soporte suficiente o han sido tergiversadas En la sala se veían rostros tensos: comunicadores, reporteros, cámaras enfocando bien. Era el inicio de un nuevo capítulo público.

Por su parte, Joaquín Campos, contactado por medios, respondió que él no retrocederá. Que si existe una denuncia, la afrontará. Que su libro es fruto de meses de investigación, entrevistas y documentación, y que no puede permitirse que se silencien versiones incómodas. “Si quieren denunciarme, que lo hagan; pero no hay contenido que no tenga base investigativa”, declaró con firmeza.

Esta confrontación transforma el caso en algo más que un juicio criminal: es ahora un enfrentamiento mediático entre narrativa y contranarrativa, entre quien habla desde el rol de autor y quien se reivindica como víctima de esa voz.

Ecos del juicio y nuevas versiones

Mientras la denuncia cobraba vida, el caso judicial original continuaba su curso. En agosto de 2024, un tribunal tailandés condenó a Sancho a cadena perpetua por el asesinato y descuartizamiento de Edwin Arrieta, rechazando su defensa de que se trató de un accidente o defensa propia. La sentencia sostenía que Sancho tenía intención de matar, que había planificado el crimen con cuchillos, bolsas de plástico y film transparente, y que Arrieta habría amenazado con revelar secretos después de que Sancho intentara terminar la relación.

Ahora, en medio de esa condena firme, las versiones de Campos abren grietas y relanzan viejas preguntas: ¿fue todo premeditado por dinero? ¿Hubo manipulación del entorno mediático? ¿Hasta qué punto las afirmaciones del libro afectan el derecho de Sancho a una defensa justa?

Campos sugiere que algunos abogados de Sancho ofrecieron manejar su defensa gratis a cambio de control estratégico; que ciertos mensajes y peticiones de dinero a familiares existieron; que la filtración de información fue usada como arma mediática. Sancho por su parte se ha mantenido callado públicamente, centrado en el recurso de apelación que su defensa planea en Tailandia.

Algunos medios han recogido que Sancho estaría “desesperado” ante la presión, que incluso podría pensar en opciones extremas, mientras otros afirman que está “tranquilo y contento” en su interior. En ese muro de versiones encontradas, la denuncia contra Campos es una nueva grieta que podría reactivar el interés mediático y judicial.

Los personajes en escena: víctimas, acusadores y observadores

Daniel Sancho: joven condenado, ahora se ve obligado a pelear no sólo contra su condena penal, sino contra versiones publicadas que siente le hacen daño. Se convierte en denunciante frente al narrador que ha puesto en su contra una serie de afirmaciones mediáticas.

Joaquín Campos: el periodista‑autor que amplió su rol: no solo contar el crimen, sino señalar responsabilidades, narrar versiones incómodas. Ahora es blanco de una denuncia que podría cuestionar su libertad de expresión frente a posibles excesos.

Familia de Sancho (Rodolfo, Silvia Bronchalo, abogados defensores): heridos por las acusaciones del libro, presionados por mantener una imagen pública compatible con la defensa legal.

Familia de Edwin Arrieta: presente en el trasfondo, buscando justicia, atentos a si esas nuevas versiones entorpecen la memoria de Edwin y el pago de indemnizaciones que aún no se han cumplido según algunos informes.

Medios, público, tribunales: jueces secundarios en ese drama mediático; unos se alzarán como críticos del libro, otros defenderán la libertad de expresión, otros tomarán partido.

Ese conjunto convierte la denuncia en una disputa simbólica, donde no solo se juzga el crimen pasado, sino el poder de la palabra, el ámbito del rumor y el control narrativo.

El amanecer de una nueva fase: consecuencias y preguntas abiertas

Al amanecer del día después de anunciar la denuncia, los portales de noticias ardían con versiones: “Denuncia de Sancho contra Campos da nuevo giro al caso”, “Campos responde desafiante: no me silenciarán”, “Qué impactos puede tener en la apelación tailandesa”. Programas de crónica rosa retomaban el tema como conflicto de alta tensión.

De fondo, el libro Muerte en Tailandia gana más ventas, ediciones, críticas. Mientras tanto, la denuncia se convierte en tema judicial aparte: ¿qué tribunal entenderá la querella? ¿Será en España, en el país donde reside Campos, o algún tribunal internacional? ¿Caben medidas cautelares que impidan la distribución del libro? ¿Podrá Campos verse obligado a retractarse o pagar indemnizaciones si se prueban versiones falsas?

Para Sancho y su defensa, la denuncia es un acto de defensa: no solo de su nombre, sino de su derecho a una versión circunstancial. Para Campos, es una prueba de que su investigación duele, de que sus versiones tocan intereses poderosos. Para las familias del crimen y del condenado, un nuevo campo de batalla simbólico.

En los días siguientes, se esperará ver qué ocurre con la denuncia: si prospere, si Campos responde en juicio, si emergen pruebas que desmonten o refuercen sus afirmaciones. Y en paralelo, el juicio de apelación continuará su curso en Tailandia, con el caso central como eje de toda esta tensión.