Allá donde confluyen las luces de los focos y los susurros del pasillo, se cuece otro capítulo más de la telenovela mediática española. En el centro del huracán están Lydia Lozano, con su lengua afilada e imparable, Mar Flores intentando mantener la compostura, Belén Esteban al acecho con sus pruebas, y Carlo Costanzia, que, sin buscarlo (o quizá buscándolo), ha resultado ser uno de los nombres más repetidos.

El comienzo de la grieta
Todo empezó una mañana de lunes en Aruser@s, cuando Lydia Lozano, colaboradora veterana, decidió “lanzarse al cuello” de Mar Flores con una “demoledora rajada”. Bajo los reflectores de La Sexta, Lydia no se conformó con criticar con sutileza: fue directa.
Durante la cobertura de la Semana de la Moda de Madrid, Lydia aprovechó para cuestionar la presencia y las actitudes de Mar Flores. La acusó de evitar medios, de salir en desfile por aquí, campaña por allá, pero luego silenciar preguntas importantes. Le soltó:
Y, por cierto, si los periodistas te preguntan sobre el libro, contesta. Que tu hijo se lo ha leído, pero es mejor decir que no se lo ha leído para que no te repregunten. ¡Pero habla de tu libro! Así vendes más. Deberías pasar un polígrafo, hija mía, pero un polígrafo calentito.”
Fue un ataque verbal sofisticado, un dardo venenoso, pero también con público. Y en medio del caos, Mar Flores quedó bajo la lupa: ¿por qué evitar las preguntas? ¿Por qué esa ambigüedad?

Las pruebas que se ponen sobre la mesa
Belén Esteban, amiga o enemiga dependiendo del día, no tardó en aparecer con pruebas, rumores, versiones que alimentaban el fuego. Belén Esteban ha sido testigo y protagonista de muchas polémicas, pero esta vez su papel fue distinto: no solo opinar, sino aportar “pruebas” que según ella validan algunas acusaciones.
Por ejemplo, en los medios se difundió que Mar Flores habría puesto una condición a su hijo Carlo Costanzia para que pueda ver al nieto: no coincidir con Terelu Campos en ningún momento. Esa afirmación provocó revuelo porque si es cierta, implica no sólo tensión familiar, sino un manejo consciente de lo mediático: evitar fotos, apariciones conjuntas, titulares.
Belén también ha señalado que Carlo fue acusado de tirar huevos a paparazzis. Pero la pareja ha desmentido esa versión, afirmando que no hay pruebas: ningún fotógrafo ha puesto denuncia formal, ninguno se ha identificado, y la acusación proviene de voces anónimas con voz distorsionada.
Belén insiste, además, en que los contratos que rodean las exclusivas tienen cifras altísimas. Que Carlo habría cobrado “una pasta” por su intervención mediática, que Mar Flores habría aceptado entrevistas, que hay un interés por mantener activas ciertas historias.
Lydia Lozano no solo observa, arremete
Lydia, lejos de quedarse callada ante todo ese material que Belén pone sobre la mesa, decide usarlo como munición. En Aruser@s, su crítica no se quedó en una queja: fue un linchamiento verbal contra Mar Flores, exigiendo transparencia, respuestas, y cuestionando la autenticidad de ciertas declaraciones.

Uno de los momentos más tensos: Lydia sugiere que Mar debería pasar un polígrafo “calentito” para demostrar lo que dice, lo que evita decir, lo que calla. Esa idea del polígrafo no es nueva en el universo del corazón, pero sacarla en un programa de gran audiencia es buscar provocar reacciones. Y lo consigue. Lydia hace que el público cuestione: ¿qué es lo que no se quiere decir? ¿Qué se esconde?
También atacó lo de que Carlo se lo ha leído el libro de Mar para luego decir que “no”, insinuando que todo eso puede ser manejo de medios: el silencio conveniente, la omisión calculada.
Mar Flores en la diana
Mar Flores, modelo, empresaria, persona acostumbrada a la prensa, se ve ahora en un terreno pantanoso. Las acusaciones de poner condiciones para ver a su nieto, de evitar encuentros con Terelu, de generar exclusivas, de generar tensión entre facciones familiares, la posicionan como un personaje público que posiblemente está más interesado en controlar la narrativa que otra cosa.
Por ejemplo: si Mar ha impuesto que su hijo Carlo no coincida con Terelu Campos, no solo dañaría una relación familiar, sino que estaría trabajando sobre una estrategia mediática: evitar que fotografías juntas den titulares jugosos. Esa es la lectura que hacen muchos, y Belén la expone como prueba del manejo consciente.
Por otro lado, Mar también ha sido retratada en momentos menos combativos: en entrevistas, en reportajes que ella misma concede. Algunas versiones dicen que aceptó entrevista para la revista ¡Hola! sin cobrar y que ciertos cambios en la publicación se hicieron sin su conocimiento previo.
Belén Esteban como acusadora y árbitro
Belén Esteban no actúa solo como comentarista, sino como acusadora con pruebas en la mano (o al menos con información) que pone sobre la mesa pública: declaraciones, filtraciones, fuentes cercanas. Su estilo es directo, sin paños calientes, lo que le da fuerza, pero también le cobra caro en términos de críticas (unos la llaman valiente, otros la tachan de incendiaria).

Su participación en Ni que fuéramos Shhh u otros espacios le permite cuestionar a Mar de manera pública: ¿Qué condiciones pones a tu hijo? ¿Por qué no respondes sobre tu libro? ¿Por qué evitar coincidencias? Y esas preguntas tienen eco. Porque una parte de la audiencia está cansada de medias verdades, de silencios, de máscaras.
Belén también ha señalado lo que considera contradicciones: declaraciones que Mar hace a la prensa vs lo que su entorno comenta. Y lo que para Mar puede parecer discreción, para Belén suena a estrategia.
Carlo Costanzia, hijo en medio del fuego
Carlo Costanzia, actor, hijo de Mar Flores, pareja de Alejandra Rubio, padre reciente, alguien cuya vida personal se entrelaza con lo mediático más que por voluntad propia. Todo lo que él dice, lo que él hace, recibe una lupa gigante: gestos, faltas de gestos, silencio, declaraciones, negaciones.

Por ejemplo, la acusación de tirar huevos: el paparazzi que lo acusa dice haber sido agredido, haber visto a Carlo lanzar huevos desde su ventana. Carlo lo desmiente categóricamente, dice que todo se construye con rumores, sin pruebas, sin denuncia.
Otra cuestión: las visitas al nieto. ¿Con qué condiciones? ¿Con quién? ¿Se ha puesto una cláusula para no coincidir con Terelu? ¿Es público o solo rumor íntimo? Carlo ha sido señalado, implicado, aunque muchas veces no es él quien habla, sino las voces externas.
Reacción del público y consecuencias
Cuando los colaboradores, los programas del corazón, los platós, las redes sociales se llenan de estos relatos, algo sucede: el público se divide. Unos defienden a Lydia Lozano por su valentía al cuestionar, otros creen que ella solo busca polémica. Algunos apoyan a Mar Flores por su derecho a privacidad, su deseo de proteger a su familia, su posición como madre/abuela. Otros creen que ella usa su fama para controlar las narrativas.
Belén Esteban gana puntos con su audiencia: para muchos, es la defensora de lo que se supone que debe revelarse, lo que la otra parte calla. Pero también hay quienes critican su estilo, lo acusatorio, lo sensacionalista.
Carlo Costanzia, siendo joven padre, es quien más sufre las miradas. Porque cualquiera de sus actos puede ser usado como arma por unos o por otros. Y ese peso mediático, muchas veces, es brutal.
¿Dónde está la verdad?
Como en cualquier drama mediático, la verdad está fragmentada. Hay versiones, hay insinuaciones, hay acusaciones sin pruebas, hay desmentidos con convicción. A veces hay documentos, a veces solo voces anónimas.
Mar Flores puede alegar que se le saca de contexto, que no todo lo que se dice es cierto, y que muchas “pruebas” no son más que rumores. Belén Esteban puede decir que actúa con fuentes fiables, con material que ha investigado, y que si algo no se sabe del todo, es porque alguien lo omite. Lydia Lozano puede argüir que su labor en televisión es cuestionar, levantar el velo, provocar que la gente hable. Carlo puede afirmar que él no ha hecho lo que se le acusa, que no ha tirado huevos, que no ha impuesto condiciones, que simplemente quiere tranquilidad para él, su hijo y su entorno.
Epílogo incierto
Hoy, la historia no tiene cierre. No hay reconciliaciones visibles, no hay pruebas que todos acepten, no hay versión unánime.
Quizá lo más cierto sea que todos han sido heridos: Mar Flores por las acusaciones, Carlo por la presión constante, Lydia Lozano por las acusaciones de querer “dar espectáculo”, Belén Esteban por las críticas que recibe de quienes piensan que va demasiado lejos.
La lección: en el mundo del corazón, la fama, la intimidad y la verdad conviven con dificultad. Lo que uno llama discreción, otro lo llama ocultamiento. Lo que uno llama silencio, otro lo llama manipulación. Y en medio de ese caos está la audiencia, consumiendo titulares, eligiendo bandos, olvidando rápidamente, juzgando sin conocer del todo.
Porque al final lo que queda no son las pruebas, no son solo las palabras: quedan los ecos, quedan las heridas, queda la pregunta de qué parte de esto será recordada como verdad, y qué parte será simple leyenda televisiva.
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