El estudio del programa estaba perfectamente iluminado aquella noche. Las cámaras, los micrófonos, el público expectante: todo estaba preparado para la entrevista que muchos esperaban con ansias en ¡De Viernes!

Al entrar al plató, Carlo Costanzia cruzó la pasarela con paso firme. Sabía que esa noche no venía solo para promocionar su vida privada: venía para aclarar rumores, para enfrentarse a críticas, para pasar por el fuego mediático. Detrás suyo, en el set, estaba Terelu Campos, su suegra, sentada como colaboradora habitual. Y no era cualquier noche: los corazones estaban tensos por su relación con su madre, Mar Flores, y por la reciente publicación de sus memorias.

Desde hacía semanas, el mundo del corazón llevaba hablando de la guerra silenciosa entre las familias Flores y Campos. Mar Flores había publicado un libro en el que hablaba de su vida, de sus dolores, y de episodios muy intensos con su exesposo, el padre de Carlo. Aquellas páginas revelaban detalles íntimos, conflictos que estaban grabados en la memoria de muchos, pero ahora salían a la luz pública.

Carlo, que hasta ese momento había permanecido prudente en público, había decidido sentarse en aquel plató y hablar. No quería que su palabra se tergiversara. No quería que lo acusaran de cobarde o de cómplice. Quería limpiar su nombre, su papel entre su madre y su padre. Pero sabía que hablar implicaba riesgos

El silencio previo

Antes de esa noche, hubo gestos que muchos interpretaron como señales. En la presentación del libro de Mar Flores, Carlo no estuvo. Su ausencia fue notable. Para algunos, era una demostración de que no quería complicarse. Para otros, una señal clara de que no respaldaba lo que su madre había hecho.

Luego, una imagen circuló con fuerza: en el 60.º cumpleaños de Terelu Campos, Carlo posó junto a su padre, su suegra y su esposa Alejandra Rubio. Mar Flores no apareció en esa foto, y para muchos fue un símbolo del posicionamiento implícito. ¿De qué lado estaba Carlo?

Ese posado fue interpretado por muchos como “la metedura de pata” definitiva: un gesto que no pasó desapercibido, que alimentó los rumores de ruptura no solo entre Carlo y Mar, sino entre las dos familias implicadas.

Llegada al plató y primeras palabras

La tensión era visible en el rostro de Carlo cuando se sentó frente a las cámaras. Con voz controlada, comenzó haciendo una advertencia:

Los trapos sucios se tienen que lavar en casa; no es plato de buen gusto que todo el mundo conozca tu vida”.

Estas palabras marcaron el tono de su intervención: él no venía a atacar, pero tampoco a ceder sin dar una versión propia. No quería hablar de más, pero necesario lo que iba a decir era inevitable.

Luego abordó la relación con su madre:

La relación con mi madre es buena. Desde que ha nacido mi hijo, hemos vuelto a juntarnos un poco más… He hablado privadamente con mi madre, le comenté las cosas que no me parecen bien y las que sí”.

Sin embargo, no eludió el tema de las memorias:

Ella ha dicho cosas bastante fuertes de mi padre, de las que no quiero formar parte”.

Cuando le preguntaron sobre la foto del cumpleaños de Terelu —esa imagen que muchos tomaron como una declaración— Carlo intentó minimizar el impacto:

Eso ha sido un tsunami más grande de lo que pensé. Pero nos hemos juntado dos familias muy mediáticas. Esa foto se malinterpretó, incluso por mi madre”.

La intervención de Terelu y el error público

En algún momento del programa, la atención se volvió hacia Terelu Campos. Como colaboradora, ella estaba acostumbrada a la exposición, pero esa noche le tocaba responder: ¿qué pensaba de las acusaciones, de la tensión entre su hija y la madre de Carlo, de su propia relación con Mar Flores?

Terelu fue diplomática al inicio:

Jamás en la vida he tenido un problema personal con Mar Flores. Nunca le he faltado al respeto ni he dejado que entre en mi vida de una manera tóxica”.

Pero luego matizó:

Con el padre sí tengo relación, porque ha estado en mi casa, ha compartido cenas. Con Mar no ha sido así”.

Y sobre el famoso posado, defendió que no hubo mala intención:

Lo conté para quitar hierro y decir que había normalidad. No inventemos un conflicto donde no lo hay”.

No obstante, fue inevitable que muchos espectadores vieran su intervención como un respaldo a Carlo y una provocación indirecta hacia Mar. La combinación de gestos, declaraciones y silencios estaba creando una imagen que pocos podrían ignorar.

El error público, la “metedura de pata”, fue precisamente ese: dejar que el gesto del posado y la conversación en directo inclinasen la percepció n de parcialidad, de que Terelu estaba del lado de Carlo y del padre, no del de la madre que había decidido contar su verdad en un libro.

Reacciones posteriores y consecuencias

Tras el programa, los titulares estallaron. Se hablaba de “guerra familiar”, de “traición”, de “posiciones rompedoras”. Periodistas analizaron cada frase, cada gesto. Algunos decían que Carlo había sido tajante contra su madre: “Son falsedades y voy a pedir amparo a la Justicia”.

Otros señalaron que Carlo había impuesto vetos en su entrevista para limitar la presencia de Terelu a su lado:

No quiero a Terelu al principio del programa” y “no quiero que se siente a mi lado”, comentaron que pidió al equipo.

Para Mar Flores, el posado fue especialmente ofensivo. En su presentación del libro, lejos de estar acompañada por su hijo, admitió que le molestaba aquella imagen. “¿Me ha molestado? Sí”, dijo.

En los medios también se especulaba sobre las verdaderas relaciones: ¿realmente Carlo hablaba con su madre? ¿Hasta qué punto había distanciamiento? ¿Cuánta verdad había en esas memorias?

Para Terelu, la jugada fue delicada: defender lo justo sin parecer que atacaba. Pero el riesgo ya estaba hecho: el público ve símbolos más allá de las palabras. Y ese posado, visible en portadas, se convirtió en el símbolo de esa disputa.

Aquella noche en ¡De Viernes!, Carlo Costanzia quiso zambullirse en la polémica, quiso aclarar versiones, quiso no tomar partido. Pero en el mundo de la crónica social, el silencio también es parte de la historia. Su intento de neutralidad chocó con las interpretaciones automáticas: alguien tiene que tener la delantera mediática.

La “metedura de pata” no fue tanto una frase desafortunada, sino una sobreexposición simbólica: el posado, la cercanía con Terelu, el gesto más visible que muchas fotos de portadas recuperaron al día siguiente. En la mediática lucha de lealtades entre madre, padre y suegra, Carlos se encontró atrapado en el escenario donde cada paso cuenta.

Y Terelu, la suegra, quedó expuesta: ¿aliada maternal o estratega mediática? Sus declaraciones moderadas no pudieron ocultar el impacto del gesto, y muchos interpretaron que ella, consciente de ello, ya había elegido bando.

Al cerrar las luces del plató, la audiencia no vio un claro vencedor: vio una escena de familia rota por la palabra, por la memoria, por los silencios. Y la pregunta quedó flotando en el aire: ¿puede alguien realmente salir indemne cuando los conflictos íntimos se vuelven espectáculo?