La madrugada de aquel viernes estaba teñida por una luna pálida, esa que no iluminaba, sino que se colaba entre las rendijas de las persianas, como un espectador silencioso, curioseando lo que no debía ver. Rocío Carrasco, sentada en su estudio, había recibido una llamada inesperada. A pesar de que su nombre era famoso y su vida había sido siempre un escaparate de luces y sombras, aquel día la vida le volvería a dar una vuelta más de tuerca.

—Rocío, tienes que escuchar esto —la voz al otro lado del teléfono era temblorosa, llena de nerviosismo. Era un amigo cercano, alguien que había sido testigo de tantas de sus batallas en los últimos años. El tono de esa llamada la había hecho sentirse incómoda desde el primer segundo.

—¿Qué pasa? —respondió ella, frunciendo el ceño, ya intuyendo que algo grave estaba por venir.

—Es sobre Olga… sobre Fidel… Tienes que escuchar este audio. Es… es terrible, Rocío.

Su corazón dio un vuelco. Sabía que los rumores entre los círculos de su vida no cesaban, pero nunca imaginó que aquel audio pudiera ser tan devastador. En su mente, la imagen de Olga Moreno, la mujer que había sido parte de la vida de su exmarido, Antonio David, se instaló de inmediato. Y Fidel Albiac, su pareja, ese hombre que siempre estuvo a su lado en los momentos más oscuros de su vida. La historia de ellos era un laberinto lleno de traiciones, desengaños y decisiones difíciles.

—¿Qué audio? —preguntó con la voz entrecortada, como si la respuesta ya no fuera tan importante como la incertidumbre que la envolvía.

El amigo, con un suspiro, dejó caer una frase que resonaría en su cabeza durante mucho tiempo:

—Es un audio que muestra la verdad de lo que sucedió detrás de todo lo que vivieron. Lo que no sabías, lo que nunca quisiste saber.

El silencio del teléfono se hizo denso. Rocío respiró hondo, intentando procesar lo que acababa de escuchar. Había vivido con la sensación de que su vida era un escaparate de traiciones, de personas que jugaban con su imagen y su dolor. Pero algo en ese momento, en ese preciso instante, le hizo sentir que había llegado el momento de enfrentarse a lo que tanto había temido. La verdad, por más dolorosa que fuera, necesitaba salir a la luz.

Con manos temblorosas, tomó su teléfono y marcó el número de su abogado. Necesitaba saber si había alguna manera de impedir que aquello se hiciera público, de frenar lo que sentía como una tormenta que se avecinaba. Pero su mente seguía atrapada en el recuerdo de aquellos días, de las conversaciones en las que Fidel le había prometido estar a su lado, de las promesas rotas que habían marcado la ruptura con Antonio David, de los silencios incómodos que había compartido con Olga.

El teléfono de su abogado sonó varias veces, hasta que finalmente respondió con una voz cansada pero profesional.

—Rocío, ¿qué pasa? Sé que es tarde, pero… —su tono indicaba que él también sabía que algo no estaba bien.

—Escucha… necesito que me ayudes. Hay un audio. Un audio que puede destruirlo todo. No sé qué hacer, pero si eso sale a la luz… será el fin —su voz se quebró al final de la frase. Sabía que no era solo el audio lo que la aterraba, sino las repercusiones que tendría en su vida y en la de sus hijos.

Su abogado, sabiendo lo que aquello significaba, se apresuró a tranquilizarla.

—Vamos a hacer todo lo posible para evitarlo. No te preocupes, Rocío. Esto no se saldrá de control.

Pero Rocío no podía dejar de pensar en lo que había oído. La verdad, esa verdad que había estado esperando durante tanto tiempo, parecía acercarse más que nunca. ¿Qué secretos ocultaba Fidel? ¿Qué había hecho Olga para que su relación con Antonio David se destruyera por completo? Y, sobre todo, ¿qué papel jugaba ella misma en todo eso?

El sonido de la notificación del mensaje de texto en su teléfono la sacó de sus pensamientos. Era el mismo amigo que la había alertado sobre el audio. El mensaje decía simplemente: Lo tienes que escuchar. Aquí está el enlace.”

Rocío, temblorosa, tocó el enlace y, antes de poder pensarlo dos veces, pulsó “reproducir”.

Lo que escuchó la dejó sin aliento.

El audio era una conversación entre Olga y Fidel. Era el tipo de charla que solo se mantenía en los rincones más oscuros de una relación rota. Las palabras eran duras, llenas de recriminaciones y acusaciones veladas, pero lo más sorprendente, lo que la dejó helada, fue la manera en que Fidel hablaba sobre ella. Rocío nunca había oído a nadie, ni siquiera a Antonio David, hablar de ella de esa manera.

—Es que ella nunca ha sabido manejar su vida, Fidel. Siempre ha sido un torbellino. Pero tú… tú la has sostenido, y si ahora todo se viene abajo, que sea así. ¿Sabes lo que quiero decir?

—Rocío nunca ha sabido lo que tenía… pero ahora, ya no importa. Todo esto será un circo, y será ella quien quede en el medio, como siempre.

Ese “todo esto” hizo que Rocío se sintiera como si el suelo se estuviera abriendo debajo de sus pies. ¿Qué sabía Fidel? ¿Qué sabía Olga? La verdad que nunca había querido escuchar ahora estaba frente a ella, tan clara como el agua.

Pero el peor golpe aún no había llegado.

En ese momento, la voz de Fidel cambió. Fue un susurro, una confesión. Algo que Rocío jamás habría esperado.

—Sabes, Olga, el verdadero enemigo de todo esto no es Antonio David. El enemigo… es Rocío. Porque si ella cae, todo lo que hemos hecho juntos, todo lo que hemos construido, caerá con ella.

En ese momento, todo el aire se le escapó del cuerpo. Las piezas del rompecabezas, esas que siempre le habían parecido dispersas y confusas, encajaron finalmente. Y la verdad que nunca quiso ver se presentó ante ella, desnuda, dolorosa y aterradora.