Era viernes, y el mundo parecía detenerse para ella. Rocío Carrasco, envuelta en una bobina de emociones y tensiones familiares, encontraba en Fidel Albiac más que un compañero: un refugio. Ese hombre humilde —de origen sevillano, criado en el barrio del Tiro de la Línea, sin grandes luces académicas ni deseos de fama— apareció en su vida en el verano de 1999 . Desde entonces se convirtió en su sombra inseparable, su confidente, y más adelante, su esposo

Amador Mohedano, sobre Fidel Albiac: "En la familia no gustó nunca porque  con su llegada se derrumbó todo"

Pero había quienes no podían verlo con buenos ojos. Su propio tío, Amador Mohedano, manifestó un sentimiento cruel y contundente: “Nunca le gustó (a Rocío Jurado), y con él todo se derrumbó”  Y no se quedó ahí: llegó a llamarlo “personaje”, y aseguró que, con él, Rocío Carrasco hubo sido “abducida” por una persona llena de ambición

COMUNICADO DE URGENCIA de Amador Mohedano por Fidel Albiac , Rocío Carrasco  y su familia - YouTube

Y era viernes cuando esas tensiones volvieron a sentirse. Aquél día, mientras la vida parecía avanzar con su ritmo cotidiano, Rocío revivió el pasado: el accidente, el hospital, la lucha entre la vida y la muerte, y la cerrazón de su familia. Aquel momento marcó un antes y un después: la familia de Rocío —su padre Pedro Carrasco, Amador, José Ortega Cano— cambió las cerraduras de la casa y retiró sus pertenencias, dejando a Fidel fuera, porque no confiaban en él

Amador Mohedano deja pálida a Rocío Carrasco y Fidel Albiac por el museo de  Chipiona por acusaciones - YouTube

Rocío despertó del coma entre lágrimas e incomprensión. “¿Dónde está la humanidad?”, se preguntó años después  Ese viernes, todo le recordó que su vida era una encrucijada entre querer avanzar y la herida abierta de una familia rota.

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Sin embargo, Fidel se mantuvo firme. En el programa¡Qué tiempo tan feliz!, en 2010, hizo su primera intervención pública, sin miramientos, para dedicarle un mensaje a Amador que combinaba respeto y firmeza: “Hablo con él un día sí y otro también… es un gladiador de esta lucha… lo quiere como si fuera su hija”. Fue un destello de diálogo en medio de un silencio tenso.

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Y así terminó ese viernes imaginado: con Rocío observando el cielo desde su ventana, sosteniendo el recuerdo del accidente, la soledad del hospital, las cerraduras cambiadas, y la figura constante de Fidel, su firme apoyo en cada paso del camino. Porque, a pesar de todo, el amor —aunque cuestionado y señalado por su familia— se volvería su bastón para seguir de pie.