En una pequeña sala de prensa en Rosario, durante una charla informal organizada por una fundación local, Roberto Fabián Ayala, ex defensor de la selección argentina y actual miembro del cuerpo técnico de la Albiceleste, tomó el micrófono. La mayoría esperaba que hablara de su carrera, de la defensa, de su paso por Europa… pero no.

Ese día, Ayala decidió hablar de algo mucho más profundo.
De alguien.

De un chico que conoció callado, flaco, casi invisible…Y que años después levantaría la Copa del Mundo como capitán absoluto de la Argentina.

Habló de Lionel Messi.

Era un nene callado, casi escondido”

Yo conocí a Messi cuando tenía 18 años”, comenzó diciendo Ayala.
“Él había sido convocado por Pekerman para una gira de amistosos. Llegó con ese pelo larguito, las medias caídas y una timidez que casi lo volvía invisible. No hablaba. Saludaba en voz baja. No interrumpía jamás.”

Los asistentes reían con ternura al imaginar al joven Messi, escondido entre gigantes como Crespo, Riquelme, y el propio Ayala.

En el comedor, se sentaba en una esquina, comía rápido y se iba. Nunca pedía nada. Si le faltaba agua, esperaba que alguien se diera cuenta. Si alguien le hablaba, respondía con una sonrisa. Pero él no iniciaba nunca la conversación.”

Ayala hizo una pausa. Sus ojos brillaban con cierta nostalgia.

Ese chico era distinto. No por lo que hacía con la pelota, que ya era una locura… sino por la forma en la que miraba. Tenía hambre. Silencioso, pero atento. Aprendía de todo. Y lo más impresionante es que no quería llamar la atención. Solo quería jugar.”

El paso del tiempo: el crecimiento interior

A medida que pasaron los años, Ayala fue testigo directo de la evolución de Messi.Lo vio pasar de promesa silenciosa a estrella mundial. Pero, según él, el cambio más profundo no fue futbolístico… fue emocional.

Messi se convirtió en capitán, pero no porque lo buscara. Lo empujaron. Y no me refiero a los técnicos. Lo empujaron las circunstancias, las derrotas, la presión, la crítica despiadada de su propio país.”

Recordó con dureza la final perdida en 2014, las Copas América que se escaparon, las lágrimas, las renuncias, las veces que Messi dijo que no jugaría más con la selección.

Ahí fue cuando todo cambió”, dijo Ayala.
“Muchos creyeron que Messi se estaba rindiendo. Pero en realidad,estaba naciendo otro Messi. Uno que ya no solo jugaba, sino que hablaba. Que organizaba. Que se plantaba ante el vestuario y decía: ‘Vamos todos juntos’.”

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La charla que lo cambió todo

Ayala compartió una anécdota nunca antes revelada.

Fue en 2019, durante la Copa América en Brasil. En medio del torneo, tras una dura derrota, el ambiente en la concentración era tenso. Silencio en el comedor, caras largas, periodistas tirando bombas desde Buenos Aires. Y entonces, inesperadamente, Messi pidió hablar.

“Fue la primera vez que lo vi así”, dijo Ayala.“Se paró frente al grupo. No gritó. Pero su voz fue firme. Dijo algo que no voy a olvidar nunca.”

Messi, con calma, les dijo:

“Estoy cansado de que digan que no sentimos la camiseta. Cansado de que nos llamen pechos fríos. Nosotros dejamos la vida en cada partido. Y lo vamos a seguir haciendo. Pero lo tenemos que hacer >juntos, no cada uno por su lado.”

Ayala bajó la cabeza al recordarlo.

Ese día entendimos que Messi ya no era solo el mejor jugador. Era nuestro líder.”

El liderazgo silencioso que grita

A diferencia de otros capitanes históricos como Maradona, que lideraban con gestos fuertes, discursos y gesticulaciones constantes, Messi lideró de otra forma. Ayala lo define como un “líder que no necesita levantar la voz para que todos lo escuchen”.

En la Copa América 2021 en Brasil, Leo hizo algo que me marcó”, contó Ayala.Antes de la final, mientras todos estaban en sus habitaciones, Messi fue habitación por habitación, uno por uno, para darles confianza. No era un discurso preparado. Era personal. Cercano. Simple. Pero te hacía sentir que podías comerte el mundo.”

Y luego, en la final, no dejó de correr, de gritar, de chocar, de animar.

Ese Messi, el que se tiraba al piso a recuperar una pelota en el minuto 89, fue el que ganó la Copa. Más que el del gol o la asistencia.”

Qatar 2022: el líder absoluto

Ayala no pudo evitar emocionarse al hablar del Mundial en Qatar. Él estuvo allí, en cada entrenamiento, en cada charla táctica, en cada abrazo post partido.

El Messi que vimos en Qatar fue el producto final de años de heridas, de aprendizaje, de liderazgo construido con sangre, sudor y lágrimas”, dijo con voz entrecortada.

Y quiero decir algo que muy poca gente sabe: ese vestuario era de él. Todos lo seguían. Todos lo respetaban. Pero no por obligación. Por admiración genuina.”

Relató que antes del partido con Países Bajos, en cuartos de final, Messi dio una charla en la que habló de su familia, de lo que significaba para él la camiseta, y de lo cerca que estaban del sueño.

“Dijo: ‘No estamos acá por casualidad. Estamos acá porque lo merecemos. Pero hay que sufrir, hay que pelear. Vamos a dejar la piel, como hicimos siempre. Por nosotros, por nuestras familias, por los pibes que nos miran en la tele’.”

Y así fue.

Messi no solo marcó goles. Fue el alma del equipo. Celebró, se enojó, provocó (“¿Qué mirás, bobo?”), animó, guió.
Ya no era el niño tímido. Era el jefe.

El secreto de su transformación

Ayala, antes de terminar su charla, fue directo con lo que todos querían saber:
¿Cuál fue el verdadero secreto detrás del cambio de Messi?

Y lo dijo sin rodeos:

Messi cambió cuando entendió que no tenía que ser otro para liderar. Que podía hacerlo siendo él. Sin gritar, sin fingir. Siendo fiel a su esencia. Aprendió que su voz valía, que sus compañeros lo necesitaban no solo como futbolista, sino como guía.”

Y agregó:

Y también cambió cuando fue padre. Cuando empezó a mirar la vida con otros ojos. Cuando entendió que lo importante no es demostrar nada a nadie… sino disfrutar el camino y defender lo que amas.”

Epílogo: el legado de un líder

Hoy, con 38 años, Lionel Messi es más que un futbolista. Es un símbolo. Un referente.Para muchos, el mejor de la historia.

Pero para quienes lo vieron crecer, como Ayala, lo más impresionante no son sus títulos ni sus récords, sino la forma en que pasó de ser “el chico callado” a el líder absoluto de toda una nación.

Porque a veces, los verdaderos líderes no nacen gritando. Nacen escuchando, cayendo, levantándose… y, sobre todo, siendo ellos mismos.