La sala de espera atrás del plató estaba llena de silencios densos, susurros entre bastidores y miradas que no se atrevían a cruzarse. Era un viernes como otro cualquiera en ¡De Viernes!, pero todos sabían que ese episodio estaba marcado: Carlo Costanzia y Terelu Campos compartirían escenario, y su hija Alejandra Rubio había dicho que iba a “hundir la farsa”. Lo que empezó como un reencuentro familiar televisado, acabó siendo el descorrimiento de un telón detrás del cual había mentiras, promesas y medias verdades.

Cuando las cámaras se encendieron, Santi Acosta saludó con su habitual sonrisa, invitando al público a preparar palomitas. “Hoy tendremos algo especial”, anunció. Terelu Campos entró vestida con elegancia contenida, con la serenidad de quien está acostumbrada al ojo público. Carlo Costanzia, por su parte, logró el aplauso esperado: los flashes se dispararon, los focos lo iluminaron, y por un momento pareció que no había ruido exterior, solo la expectación contenida del público.

La promoción decía algo así: “Terelu Campos conocerá por primera vez al padre de Carlo Costanzia en plató”; “Abuelos enfrentados, desconocidos… el gran encuentro”. Con esas líneas ya muchos espectadores habían montado sus expectativas. Pero Alejandra la desmintió con firmeza: “Se conocen ya”, dijo al micrófono. “No es la primera vez.”
El silencio que siguió fue como un golpe seco. Terelu la miró con sorpresa; Carlo contuvo una sonrisa nerviosa; los colaboradores mascullaban. Alejandra continuó: “Y otra cosa importante: aquí no hay enfrentamiento entre abuelos, aunque se quiera vender que sí. No lo hay”.
Ese fue el primero de los muchos momentos en los que “la farsa” a la que se refería Alejandra empezó a deshilacharse.
Carlo tomó la palabra poco después. Con voz calmada, admitió que sí, hubo errores en la forma en que la tele difundió ciertas imágenes y promos, que hay momentos en que lo dramático vende más, y que quizás se exageró la narrativa de “desconocimiento” o “enfrentamiento”. Pero también defendió que su intención no era la provocación. Que ama a Alejandra, que respeta a Terelu, y que la relación entre Terelu y su madre, Mar Flores, no es perfecta, pero tampoco es la pesadilla que algunos titulares hacen creer.
Terelu intervino: dijo que ella también está harta de que se utilice su nombre para titulares, de que se le adjudique una enemistad que nunca ha pedido protagonizar. “Quien me conoce sabe quién soy”, dijo con voz firme. “¿Promos dramáticas? Sí. ¿Títulos provocativos? Muchos. ¿Actores dentro de una historia que no coincide con la que vivimos en casa? También.”
Alejandra la respaldó: habló del “ruido mediático” que no deja descansar. De imágenes recortadas, de promociones que venden un conflicto que en realidad no existe, o que existe de otro modo. “Quiero que la gente vea lo que hay de verdad, no solo lo que quieran que vea”, dijo. “Si me quedo callada, esa farsa sigue teniendo vida.”
El punto más tenso vino cuando un colaborador del programa preguntó si, entonces, se sentía engañada por De Viernes! como audiencia: si consideraba que el formato había mentido. Alejandra lo miró y respondió: “Sí. No me gusta mentir, ni que le mientan a la gente. Si dicen que algo pasa “por primera vez”, que sea de verdad la primera vez. Si dicen que hay enemistad, que la haya. Si no, mejor cambiar de promo.” Y añadió que ella ya había avisado al programa de que lo corregirían.
Carlo, muy respetuoso con su hija, asintió. Terelu, con expresión compuesta, añadió que entiende que los programas tienen guion, tienen montaje, tienen marketing; pero que llega un punto en que la verdad personal pesa más que los clicks. “No voy a permitir que mi nombre, el de mi madre, el de mi hija, sea usado como munición en un juego que no refleja nuestra realidad”, dijo Terelu con claridad. Hay quienes entre el público aplaudieron, otros chocaron las manos, algunos se sintieron incómodos.
Después, el programa proyectó imágenes de la celebración del cumpleaños de Terelu en la que posó en el photocall junto a Carlo Costanzia padre, a su hija Alejandra y al hijo que esta espera. Esa imagen en sí misma había generado críticas: algunos la calificaban de provocación hacia Mar Flores, otros como un gesto de paz familiar. Terelu explicó: “Es mi gente. Él es abuelo de mi nieto. ¿Por qué no lo voy a invitar? ¿Por qué no voy a posar con los míos?”
Alejandra, en ese momento, añadió que la idea de “provocación” era un montaje mediático: se retienen declaraciones, se seleccionan fotos, se hace una promo que suena agresiva, pero en la realidad hay momentos de complicidad, llamadas, conversaciones privadas. No todo lo que parece un escenario de conflicto lo es.

El aire estaba cargado. El público parecía dividido: quienes lamentaban la manipulación, quienes pensaban que todo es espectáculo inevitable, quienes no sabían si creerles o no. Pero algo había cambiado: la narrativa que se había construido alrededor de la relación entre Terelu Campos, Carlo Costanzia, Mar Flores, Alejandra Rubio… ese relato de enemistad, de misterio, de choque de familias, empezaba a dejar de calzar.

Al final del programa, Alejandra declaró que no busca que todo el mundo crea su versión. Que no busca convertir la televisión en confesionario de verdades absolutas. Pero sí exigía transparencia: “Si algo se vende como nuevo, que sea nuevo; si algo se vende como conflicto, que exista.” Terelu cerró con un mensaje más personal: “Que el hijo que viene tenga un ambiente de familia real, no fabricada para titulares.”

Cuando las cámaras se apagaron, quedaron los gestos atrapados: Carlo estrechó la mano de Terelu, Terelu abrazó a Alejandra, ella besó a su madre en la mejilla. No hubo gritos, no hubo enfrentamiento violento, pero sí una sensación compartida: algo de máscara había caído.

La audiencia salió del plató comentando: “¿Lo viste?”, “¿Pero por qué vender algo que no es?”, “Al final ellos también tienen derecho a su verdad.” En redes sociales, Alejandra fue apoyada por muchos que dijeron que estaba cansada de titulares vacíos. Otros criticaron que “farsa” suene duro, que todo espectáculo tiene su guion. Pero la semilla estaba plantada.
En los días siguientes, medios escribieron sobre cómo Alejandra había “hundido la farsa” de aquellas promos sensacionalistas. Que Carlo y Terelu habían tenido que admitir lo que muchos sospechaban: que el conflicto no era tan grande, que sí se conocen, que sí se hablan, que sí hay gestos de cariño, aunque también zonas grises. Que lo que se vendía como “gran encuentro público explosivo” era más bien un montaje de expectativas que explotó por su deseo de verdad.
Y aunque algunas promos siguen usando esa narrativa escandalosa —los programas saben que vende— ya no pueden negar que alguien habló y mostró que la verdad, la propia verdad familiar, existe más allá de los flashes.
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