Dicen que en la vida pública no hay silencio, sólo pausas. Y que una pausa puede estallar más que mil gritos. Lo que parecía un rumor más, una sombra pasajera entre las bambalinas, de pronto estalla como llamas en medio de una tormenta. Esta es la historia del abandono, del desencuentro, de las lealtades rotas… y de cómo Belén Esteban se hunde en medio del vendaval.

El inicio de los susurros

Todo comenzó con una frase, con un comentario ligero pero cargado de sentido; luego llegaron los titulares, los programas, las declaraciones. Terelu Campos, amiga íntima de Rocío Carrasco, siempre ha sido defensora pública de su causa, una de las voces que más ha alzado la duda de los que callan, del dolor de los que guardan silencio. Y Mar Flores, madre de Carlo Costanzia, pareja de Alejandra Rubio, se encuentra en medio, arrastrada por la ola mediática de las familias rotas, de los testimonios que pesan.

Belén Esteban, por su parte, colaboradora veterana de la prensa rosa, figura de programa, ha estado siempre cerca de Rocío Flores, ha opinado, defendido, criticado… pero nunca completamente al margen de lo que ocurre con Rocío Carrasco, su madre, su ausencia, los hijos separados por muros visibles e invisibles.

El cara a cara que desgrieta verdades

El momento clave ocurrió en el plató de De viernes!, cuando Rocío Flores hizo frente a Terelu Campos. Fueron minutos de tensión, de reproches. Rocío dijo con firmeza: “No te he visto a ti en mi vida; te he visto tres veces, aproximadamente”. Terelu contestó, diciendo que sí hubo encuentros; que recordaba cenas, visitas, Nocheviejas en casa de su madre, María Teresa Campos, y que coincidieron más de lo que Rocío Flores admite.

Ese enfrentamiento reveló lo que muchos intuían: que uno de los pilares de la narrativa de Terelu – el de haber acompañado, de haber estado presente – podría estar siendo desafiado por la memoria de Flores. Porque no es lo mismo recordar que ser recordado. Y cuando la versión pública difiere de la versión personal, las grietas se hacen visibles.

La farsa destapada

¿Farsa? Sí, porque lo que para muchos era un relato firme – la implicación cercana y casi maternal de Terelu con Rocío Carrasco y su familia – comienza a tambalearse. Las dudas se multiplican: ¿cuántas veces realmente llamó, cuántas veces estuvo presente, cuántos momentos compartidos son memoria colectiva y cuántos son proyecciones de lo que uno desea creer?

Belén Esteban, acostumbrada a juzgar desde el plató, comienza a titubear. Cuando Rocío Carrasco lanza su documental Rocío, contar la verdad para seguir viva, entre los hechos denunciados hay acusaciones que afectan directamente no sólo a los Flores, sino también a quien se ha mostrado cercana a Carrasco. Se habla de abandono emocional, de distancias impuestas, de silencios cómplices.

Belén Esteban, en este maremagno, tiene que posicionarse. Es mediadora, es figura pública con capacidad de influir. Pero también es vulnerable: sus propias certezas, su credibilidad, se ven puestas a prueba. ¿Defendió demasiado pronto? ¿Confió en relatos que estaban incompletos? ¿Hasta qué punto se le permitió opinar sin conocer todos los matices?

El hundimiento de Belén Esteban

Cuando uno se ve arrastrado por una narrativa que se le va de las manos, cuando sus propias declaraciones son usadas contra sus intenciones visibles, el hundimiento no se hace esperar.

Belén Esteban comienza a sentir la presión. Se muestran fragmentos donde parece que ella creyó más en las versiones de terceros que en escuchar directamente a Rocío Carrasco; críticas de que su voz, su defensa hacia ciertos miembros de la familia (Rocío Flores, Olga Moreno, Antonio David), la han puesto en un compromiso moral.

Además, la audiencia, los espectadores, siempre tan deseosos de ver lealtades claras, comienzan a preguntarse: ¿Qué tanto sabía Belén? ¿Qué tanto calló? Su imagen de “madre coraje”, de mujer que lucha por la verdad, empieza a tambalearse cuando ella misma admite que no sabía ciertos detalles, que se dejó guiar por versiones que luego se desmintieron. Eso cala hondo, porque la credibilidad es frágil. No basta querer creer. Hay que tener certezas.

El abandono urgente

El abandono no sólo es el distanciamiento físico; es el emocional, el de las palabras que no llegan, los mensajes no contestados, los recuerdos que no coinciden. En este contexto, Terelu Campos parece estar abandonando, o haber abandonado ya, la versión pública que mantenía: de cercanía, de apoyo visible. Mar Flores, también implicada, guarda silencio o actúa con discreción; su nombre aparece, pero sus palabras escasas.

Y Rocío Carrasco, ¿qué papel juega? Su documental expone versiones, hechos, supuestas omisiones, silencios cómplices. Ante ello, la narrativa que se había construido en torno a Terelu y su rol protector empieza a desvanecerse. Si las pruebas del abandono emocional de Carrasco hacia sus hijos son ciertas (o al menos lo suficiente creíbles), entonces muchas de las declaraciones de terceros – incluso las buenas intenciones – quedan pequeñas.

El “urgente” del abandono no viene sólo por la urgencia mediática, por la necesidad de titulares, sino por algo más profundo: que quien siente el abandono lo sufre ya; que ya no hay margen para maquillajes ni para dudas bien intencionadas. El abandono es real o lo va a ser pronto, si no lo reconocen quienes están del otro lado.

¿Redención o más grietas?

¿Puede Belén Esteban remontar este terremoto emocional? ¿Puede alguien en esta historia reivindicar su versión, su verdad, sin que le cuelguen el sambenito de manipulador, de traicionero, de inconsciente?

Quizá el camino sea reconocer: reconocer que se apoyó en lo que se dijo, no en lo vivido; que equivocarse al opinar no siempre es malo si luego rectificas; que la empatía sin la escucha puede convertirse en silencio cómplice.

Terelu Campos, por su parte, deberá enfrentar los reproches: los de Rocío Flores, los de quienes sienten que su defensa de Carrasco ha sido más discursiva que concreta; los de aquellos que creen que estar cerca de alguien duele si no caminas juntos.

Mar Flores, ¿qué posición puede tomar? El silencio puede parecer una estrategia de preservar paz, pero también se interpreta como aceptación tácita de aquello que otros denuncian.

Y Rocío Carrasco, quizás la más afectada, tiene en sus manos la verdad, las pruebas, su testimonio. Su historia, su derecho a contarla, se convierte en el epicentro de una tensión que ya no se disimula.

La verdad ante el espejo

En la pantalla, en los titulares, la verdad se disfraza. Una entrevista, una frase, puede cambiarlo todo. Belén Esteban, quizá sin querer, está viendo cómo su figura se desmorona ante sus propias convicciones y las historias contradictorias.

Y al final, queda lo que siempre queda: la pregunta que nadie puede responder completamente, pero que cada uno siente de cerca:

¿Qué tanto de lo que creemos escuchar es verdad?

¿Cuántos silencios hemos interpretado mal?

¿Cuántas ausencias pesan más que los encuentros?

Porque abandonar no es sólo irse: es dejar de estar realmente, aunque estés presente. Y esa ausencia duele mil veces más.