Dicen que las noticias más jugosas no se escriben con teclas, sino con tinta nerviosa sobre un cuaderno que huele a urgencia y café frío. Y eso fue exactamente lo que me ocurrió aquella mañana en la redacción: mientras repasaba, distraído, las notas de la noche anterior, llegó un mensaje que casi me derramó el café encima del bloc.

Tienes que venir. La que se está liando en La Casa de los Gemelos 2 no la has visto jamás”, decía.Y debajo, como un rastro de pólvora: Antonio David acaba de hundir a Kiko H. Y hay un giro inesperado con Rociíto”.
Respiré hondo. Cuando en este universo aparece el nombre de esos tres en la misma frase, la palabra “tormenta” se queda corta. Quizá por eso, sin pensarlo demasiado, agarré el cuaderno y salí corriendo hacia el plató más caótico de la televisión.
El ambiente eléctrico del reality
La llegada al set de La Casa de los Gemelos 2 siempre es una aventura, pero ese día el ambiente parecía cargado como antes de una tormenta de verano. Las luces ardían más de lo normal, los técnicos hablaban en susurros y en una esquina se oía el eco de “prepara los vídeos, que esto explota”.

El reality, famoso por juntar a dúos inseparables, enfrentados o simplemente pintorescos, había logrado un equilibrio extraño entre convivencia y dinamita emocional. Pero ninguno imaginó que la entrada sorpresa de Antonio David Flores hace dos semanas iba a convertirse en el detonante de una guerra sin tregua conKiko Hernández.
Hasta ese día, la tensión era palpable pero contenida. Un cruce de miradas aquí, una ironía allá, algún comentario “sin querer queriendo”. Pero lo que presencié aquella mañana fue una escena digna de anotarse con letra grande y subrayada dos veces: el enfrentamiento definitivo.
El estallido
Me colocaron detrás del monitor principal, desde donde podía ver todo el directo y también lo que las cámaras no mostraban. Y justo cuando abrí el cuaderno para empezar a escribir, escuché un “¡Atención, empieza ya!” que me hizo levantar la cabeza.

La pantalla mostró a Antonio David sentado en el jardín, con una serenidad casi desafiante. Kiko Hernández, en cambio, caminaba de un lado a otro como si buscara algo, quizá un argumento que no terminaba de llegarle.
**Dímelo ya, Antonio David. Si tienes algo que decir, dilo —**explotó Kiko, con esa voz que todos conocíamos de tardes de plató.
Antonio David levantó la mirada.
Lo diré, claro que lo diré. Esto que se está ocultando del programa… y sobre todo, lo que tú sabes, lo que has dicho fuera… ya no me lo callo más.
Silencio absoluto. Ni una silla chirrió.
**¿Vas a empezar otra vez con lo de Rociíto? —**soltó Kiko, cruzándose de brazos.
No, voy a empezar por la verdad —respondió Antonio David—. Porque si hay algo que te molesta es que yo cuente lo que tú has estado insinuando sobre La Casa de los Gemelos, sobre mi familia… y sobre ella.Marcó la última palabra como un cuchillo invisible:ella. Y todos supimos que se refería a Rocío Carrasco.
En plató, una productora murmuró: “Madre mía, esto va a arder”.
El giro inesperado
La discusión parecía un fuego lento que llevaba días cocinándose, pero de pronto alguien le añadió gasolina. Kiko, visiblemente alterado, lanzó una frase que cambiaría el rumbo del día:
Tú siempre usas a Rociíto para darte minuto de oro. ¡Siempre!
Antonio David sonrió, pero no era una sonrisa amable, sino una mezcla extraña de cansancio y desafío.
**Tú también hablas de ella cuando te conviene respondió, sin alzar la voz—. Y no puedes soportar que la gente recuerde lo que has dicho fuera de cámaras… del programa, de los gemelos… y de tu supuesta amistad con ella.
La frase cayó como un ladrillo en un estanque.

Los concursantes alrededor empezaron a susurrar. Uno de ellos, incluso, miró directamente a la cámara, consciente de que acababa de presenciar algo grande. Y entonces llegó el momento que yo escribí en grande, casi temblando:
Kiko se derrumba.”
El presentador pidió una pausa, las luces cambiaron, y en el set comenzó ese caos mágico en el que los productores corren de un lado a otro intentando decidir si cortar, si seguir, si convertirlo en gala especial o en debate urgente.
Entre tanto, Antonio David permaneció sentado, como si supiera que había cruzado un umbral del que no hay vuelta atrás.
Lo que pasó durante la pausa
Aunque el público no lo ve, los descansos en un reality son como una feria improvisada de emociones. Yo, con mi cuaderno en la mano, seguí a los colaboradores que comentaban lo sucedido.

Uno decía“Como esto salga, Televisión se viene abajo”.
Otro:“Kiko no está bien. Le ha tocado donde más duele”.
Y una tercera, más cauta:“Esto no va de Rociíto ni de reality. Esto es personal”.
Me acerqué a una de las asistentes que había estado junto a Kiko.

¿Qué ha pasado? —pregunté.Ella suspiró.Lo que ves delante de cámara es solo la mitad. Llevan días tensos. Y lo de hoy… bueno, lo de hoy era inevitable.
Volví al monitor justo cuando el realizador gritó: “¡Entramos en treinta segundos! Preparad los planos. Esto sigue”.

El regreso al directo
Cuando volvimos al aire, Kiko ya no caminaba nervioso. Estaba sentado frente a Antonio David, con una calma forzada.
**Voy a hablar —**dijo él, mirando a cámara—. Pero voy a hablar por mí, no porque tú me lo exijas.
Antonio David asintió, como si estuviera esperando ese momento.

Habla. Ya es hora.
Kiko respiró, y yo escribí cada gesto con la sensación de estar anotando historia televisiva.
**No soy amigo de Rocío Carrasco dijo finalmente—. Y tampoco soy su enemigo. Pero tú sabes muy bien que hay cosas que no pienso decir aquí porque no todo vale. Ni contigo, ni con el programa, ni con nadie.
Aquello no calmó a Antonio David, pero sí lo desconcertó.
¿Entonces por qué lo insinuaste?Porque estaba enfadado —respondió Kiko—. Porque tú me provocaste. Y porque… sí, porque a veces uno dice cosas que no debe.
A mi lado, una redactora murmuró: “Es la primera vez que lo admite”.
El punto de no retorno
Pero el clímax llegó cuando Antonio David, con voz firme, lanzó:

Si quieres hablar de verdades, hablemos de por qué entraste aquí. De por qué aceptaste el dúo, de lo que le dijiste a los gemelos antes de entrar. ¿Lo decimos?
Kiko se quedó helado.
Los gemelos, los protagonistas del reality, se acercaron lentamente, como quien espera una sentencia.
**¿Qué dice que dijimos? —**preguntaron casi al unísono.
Antonio David se levantó.Que ibais a utilizarme. Que vuestra misión era acorralarme, sacarme de mis casillas, dejarme mal delante de todos.
Los gemelos, sorprendidos, negaron rotundamente.Jamás.Eso no salió de nosotros.
Pero el daño estaba hecho. Las redes —según nos avisó otra productora que miraba su móvil— estallaban. El hashtag con los nombres de todos subía como espuma. Y yo escribía sin parar, consciente de que ese momento sería recordado durante meses.
El inesperado nombre que cambió todo
Justo cuando parecía que la bomba ya había explotado por completo, Antonio David miró a cámara y dijo:
Y esto también tiene que ver con ella. Con Rociíto. Porque aquí se ha jugado con ese nombre de una manera que no voy a permitir.
Un suspiro colectivo recorrió el set.
**Pero yo no voy a atacarla continuó—. Solo voy a decir una cosa: ella no tiene nada que ver con lo que está pasando aquí. Nada. Y quien diga lo contrario, miente.
Kiko bajó la cabeza.
El giro era inesperado: después de años de tensiones públicas, Antonio David hacía una declaración que dejó a todos descolocados. Ni ataque, ni provocación. Solo un punto final a un uso mediático que él, al menos en ese instante, decidió no seguir alimentando.
El cierre del día más largo
Tras casi dos horas de directo impredecible, el presentador intentó poner orden. Los concursantes fueron llevados a distintas salas, el equipo debatió si emitir un especial nocturno, y yo me quedé solo en una esquina del plató, mirando las luces que se apagaban una a una.
Tenía el cuaderno lleno. Páginas y páginas de tinta apresurada, flechas, tachones, palabras subrayadas con rabia o asombro. Todo había quedado allí: el estallido, los reproches, los silencios, el nombre de Rociíto flotando como un fantasma en medio del plató.
Y mientras guardaba el cuaderno, pensé en algo que siempre digo a los nuevos reporteros:
En este mundo, nunca sabes si lo que acabas de ver es el final… o solo el principio”.
Aquella tarde, por primera vez en años, tuve la sensación de que era ambas cosas a la vez.
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