Era una tarde cualquiera de septiembre cuando se encendieron las cámaras de “¡De Viernes!”. El plató comenzó a llenarse de monitores, de micrófonos, de susurros que se hacían gritos silenciosos al calor de las luces. Y en medio de ese hervidero mediático reapareció Rocío Flores, hija de Antonio David Flores, tras un veto que pareciera eterno. Al otro lado, los ecos de la serie documental Rocío, contar la verdad para seguir viva aún resonaban, como campanas que nadie quería dejar de oír.

Pero esta historia no trata solo de Rocío Flores. También de Marta Riesco, la reportera que durante años caminó por los bordes de esta familia públicamente fracturada, ex-pareja de Antonio David, testigo y parte del melodrama.
El regreso anunciado
Llevaba tiempo preparándose el terreno. La audiencia estaba expectante: la televisión había cerrado puertas, vetos y silencios hacia los Flores, hacia Antonio David, e incluso hacia Rocío Flores.

En “No somos nadie”, Marta Riesco comenta que ese veto, poco a poco, se había levantado. Que ya no era posible ignorar el rostro de Rocío Flores, su voz, su presencia en televisión.
Y llega el viernes en cuestión: Rocío Flores se sienta ante cámaras, dispuesta a hablar de su vida, de su madre, de su padre, de su hermano David. Es el día de la reaparición.

Marta se asoma al borde
Marta Riesco sabía que este momento ocurriría. “Estaba claro que iba a pasar”, dice, cuando le preguntan por la entrevista de Rocío Flores. Que pese al daño, a la controversia, a los vetos antiguos, la joven volvía al centro del foco.
Pero Marta no habla solo de previsión, habla de ironía: “Les han destrozado la vida, pero el dinero les va a devolver esa vida”. Esa frase contiene hiel y verdad, en palabras de Riesco.

Luego, cuando María Patiño le pregunta por definir a Rocío en tres palabras, Marta no elige rosas ni sutilezas: “Fría, interesada, y no tan tonta como creen”. Tres golpes que se sienten.

Las flechas se disparan
La entrevista de Rocío Flores no tardó en levantar pasiones. Entre críticas veladas hacia su madre, reflejos de rencor, pero también una defensa clara de su padre, Antonio David. Rocío habla de veto, de haberse sentido dejada de lado, de que su madre impidió el contacto con la familia materna, de dolor.

Rocío dice cosas que muchos esperaban escuchar, algunas que pocos querían creer. Rocío habla como quien ha vivido en una casa de vidrio que siempre se ha visto rota.
Mientras tanto, Marta Riesco observa desde las trincheras. No es espectadora pasiva: interviene, comenta, juzga. En platós, en redes, en “No somos nadie”, destapa lo que para ella son verdades escondidas.
Se revela un “contrarréplica”
Quizá lo más explosivo tenga poco que ver con lo que se dijo en entrevistas directas, sino con lo que Marta Riesco asegura haber encontrado: un “dossier” para hacer un documental que contrarrestara lo narrado por Rocío Carrasco. Un proyecto elaborado, editado y maquetado, con correos, ideas, partes importantes de lo que podría haber sido una narrativa alternativa. Un intento de desmontar acusaciones, de pintar otra cara de la historia.
Ese documental, al final, no vio la luz; la productora lo detuvo, según Riesco, por “no ser el momento adecuado”. Pero la sola existencia del proyecto añade una nueva capa al drama mediático: ¿y si lo que vemos es solo una versión de muchas que quedaron sin emitirse?

Marta se baja del ring, pero deja la marca
Después de disparar sus críticas, de mostrarse dura, Marta también asume que ha cambiado. Ella misma ha pedido disculpas públicamente a Rocío Carrasco: reconoce que hubo cosas que no creía, que estaba “cegada”, que le costaba admitir lo que Carrasco contaba pero que ahora su dolor le parece “absolutamente real”.
Marta dice que perdió mucho: trabajo, afectos, reputación. Pero también que no quiere más “movidas”, que está en una etapa de su vida donde los rencores pesan demasiado.
Epílogo: ¿Ganadores? ¿Perdedores?
Y aquí estamos, después de aquella emisión de “¡De Viernes!”. Con Rocío Flores de vuelta a televisión, Marta Riesco lanzando críticas y reflexiones, y Rocío Carrasco, aunque ausente, más presente que nunca en el discurso público.
David Flores, el hermano, aparece en el discurso de todos: entre acusaciones, defensas, sombras de un niño que crece en medio de rumores y silencios.
¿Quién sale mejor parado? Dependerá de quién mire. Para algunos, Rocío Flores encontró voz, presencia, oportunidad. Para otros, Marta Riesco destapó lo que se callaba, lo que se negociaba fuera de cámaras. Y Rocío Carrasco, como siempre, permanece como el referente del dolor admitido, aunque muchos cuestionen versiones o tiempos.
Al final, en este triángulo de sentimientos rotos y cámaras encendidas, todos pierden algo: la intimidad, la paz, la certeza. Pero también algunos ganan: visibilidad, reconocimiento, eco. Y en la televisión, como en los cuentos, el eco muchas veces termina siendo más real que la voz.
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