Cuando todo parecía haber quedado en rumores, un nuevo capítulo explotó en el escenario mediático: una amiga cercana de Antonio David Flores decidió revelar mensajes comprometedores que, según ella, Marta Riesco le había enviado. Lo que comenzó como susurros terminó por encender titulares y sembrar más dudas que certezas.

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Yo estaba esa noche repasando noticias en mi móvil cuando apareció el primer pantallazo: un chat en el que Marta, en tono íntimo, describía su estado emocional tras una discusión con Antonio David. Mensajes con frases fuertes, llenas de reproches, secretos entre líneas, amenazas veladas. No eran simples desahogos; parecían detonantes. Y según la fuente de la amiga, no eran grabaciones sacadas del aire: venían de la propia mano de Marta.

Marta Riesco y Antonio David Flores: el problema que enfrentaría a la parejaLa amiga —a quien llamaremos “Luna” para proteger su identidad— me contó la escena con detalle. Me dijo que una tarde, mientras conversaba con Marta sobre una exclusiva, vio cómo Marta abría una conversación con Antonio David. Parecía nerviosa. Luna intentó intervenir, pero Marta la detuvo con un gesto imperioso: “Esto es mío”, le dijo, con voz baja. Más tarde, Luna accedió, silenciosa, a ver los mensajes: quería ayudar, pero subestimó la tormenta que desataría.

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Según Luna, los mensajes eran una mezcla de dolor y desaliento. En uno Marta decía:Te juro que esto me está matando por dentro, pero no pienso quedarme callada”. En otro“Me resulta insoportable que tu hija siga interfiriendo en mi vida; si no te posicionas, lo haré pública”. Frases que traían ecos de la guerra interna que muchos intuían. Luna afirmó que estas capturas estaban guardadas por Marta como “pruebas de su sufrimiento”.

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Poco después, Luna le mostró también algunos mensajes de tono más suave: disculpas, reproches bajos, peticiones de diálogo. En conjunto, parecían mostrar a una Marta desgarrada, balaceada entre el amor y la rabia, intentando salvar lo que sentía que se estaba perdiendo.

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Cuando la noticia salió a la luz, las reacciones no tardaron. Antonio David, por su parte, negó versiones sensacionalistas. Dijo que aquellos mensajes habían sido sacados de contexto o manipulados. Aseguró también que nunca haría público algo que rompiese la intimidad de Marta, aunque no especificó si existía una versión “real” de esos chats. Mientras tanto, Marta reaccionó con una mezcla de indignación y vulnerabilidad: en sus redes dijo que no consentiría que invadieran su intimidad, que esas filtraciones cruzaban una línea ética.

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Los medios empezaron a escarbar: ¿Quién tenía más interés en filtrar esos mensajes? ¿Una “amiga” fiel que se siente traicionada? ¿Un tercero que los interceptó para fortalecer su posición? Nadie tenía certezas. Lo cierto es que esas capturas rompieron silencios y obligaron a Marta y Antonio David a posicionarse, más de lo que ya lo habían hecho públicamente.

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Lo que me dejó pensando esa noche es esto: vivimos en una era en la que los mensajes íntimos pueden convertirse en balas mediáticas. Lo que alguien confió en privado puede aparecer mañana descontextualizado, usado como prueba o arma. La verdad se vuelve fragmentaria, sujeta a versiones y a quién la cuenta. Y entre esas versiones, siempre habrá heridas reales que nadie podrá reconstruir del todo.


Porque al final, más allá del espectáculo, queda la persona. Marta, vulnerada; Antonio David, cuestionado; Luna, atrapada entre su lealtad y su decisión. Y nosotros, como lectores, contemplando un puzle que nadie garantiza que pueda completarse.