Era un silencio largo, de esos que pesan más cuanto más tiempo se mantienen. Rocío Carrasco llevaba años arrastrando una doble vida: la de hija de la gran artista Rocío Jurado, y la de mujer que contempla cómo su historia se rompe bajo los focos. Fidel Albiac apareció en su vida como compañero, apoyo, sombra… y víctima ajena de todo lo que estaba por venir.

En medio de este escenario, dos nombres: la hija mayor, Rocío Flores, y el exmarido, Antonio David Flores. Y la pregunta que vibra en el aire: ¿fue la relación entre ellos la que hundió a Rocío Carrasco y Fidel Albiac, o fue más complejo? Vamos a contarlo como una historia, con sus matices, sus heridas y sus giros.

Los albores de la tormenta

Rocío Carrasco y Antonio David Flores se casaron en 1996, y de esa unión nacieron sus hijos Rocío Flores (1996) y David Flores (1998). En 1999 se separaron, dando paso a un proceso judicial y a un distanciamiento emocional que marcó el devenir de la familia. Rocío Carrasco empezó a denunciar, a hablar de maltrato psicológico, de sentirse “muerta en vida”, de ver a sus hijos como si no existieran para ella.

Fidel Albiac, por su parte, ya estaba en su vida, pero la aparición del nombre de él en el conflicto fue como añadirle fuego al rescoldo. Él fue señalado, criticado, convertido en objeto de acusaciones de parte de la familia Flores‑Carrasco.

El silencio que se convierte en estruendo

La frase de Rocío Carrasco es fuerte: “He tenido a mis hijos muertos en vida”. Imaginad lo que significa eso: seguir siendo madre, pero no sentirse reconocida como tal; seguir viendo sus vidas pasar desde lejos, sintiendo que algo se rompió y que no hay vuelta atrás.Y ahí entran los hijos: Rocío Flores y David Flores. Con su padre, Antonio David, como figura activa, ellos tomaron decisiones, expresaron opiniones, se posicionaron. Él, en declaraciones, acusa a Fidel de que sus hijos “estorbaban” la relación, afirma que Fidel nunca facilitó la reconciliación.

Mientras tanto, Rocío Carrasco recuerda agresiones, intimidaciones, una estrategia que, según ella, buscaba destruirla.La tormenta ya estaba en marcha. No fue un solo acto, sino una acumulación de silencios, ausencias, reproches, litigios. Y en ese escenario, la pregunta: ¿quién hundió a quién?

El escenario del hundimiento

Cuando hablamos de “hundir”, no hablamos solo de fama o de imagen pública. Hablamos de vidas tensas, rotas, de confianza perdida, de identidades quebradas. Para Rocío Carrasco, el hundimiento empezó cuando perdió la relación con sus hijos, cuando ya no era madre reconocida, cuando su voz se volvió pública para denunciar lo que siempre había sido privado.

Y para Fidel Albiac, el hundimiento vino porque se convirtió en parte de ese relato: fue señalado, atacado, cuestionado. En cierto modo, se hundió junto a Rocío, porque su mundo también cambió.

El detonante visible fue la docuserie de Rocío Carrasco, Rocío, contar la verdad para seguir viva, en la que ella relató su versión, las agresiones que sufrió, la ausencia de sus hijos. Allí se mostraron enfrentamientos, declaraciones, y se abrió un quiebre aún mayor en la relación madre‑hijos.

Las versiones que se enfrentan

Desde la postura de Rocío Carrasco: “Mis hijos han sido víctimas de su padre”. Desde la postura de Antonio David Flores: él niega agresiones, acusa a Rocío Carrasco de construir una venganza personal, de querer arrebatárselo todo.

Y en medio, Rocío Flores y David Flores: callan, hablan cuando pueden, representan la siguiente generación que sufre también el ruido y las heridas.

Entonces: ¿quién hundió a quién? No es solo que los hijos “hundieran” a la madre o que la madre “hundiera” la relación con sus hijos. Es un colapso mutuo. Un hundimiento compartido: la madre quedó sin hijos, los hijos sin madre cercana, la pareja sin normalidad, todos sin esa unión que una vez pudo haber existido.

El papel de Fidel Albiac

Fidel no era protagonista en los inicios de esta historia. No fue él quien tuvo hijos con Rocío, no fue él quien se enfrentó a Antonio David. Pero al entrar en escena, se convierte en parte del conflicto, no solo como pareja de Rocío Carrasco, sino como blanco de ataques.
Rocío Carrasco lo llama “mi apoyo, mi terapia”.

Pero al mismo tiempo él admite que “ver a mi mujer repetir estas cosas (del pasado) me produce mucho daño y dolor”.
Entonces: él no hundió, quizá, pero se hunde junto a ella. Su mundo también se resquebraja.

Consecuencias tangibles

La relación entre madre e hijos está rota; la distancia es real, cotidiana, dolorosa. Rocío Carrasco reconoce que no ha contestado al teléfono de su hija porque “no está preparada”

Los litigios han sido múltiples: demandas, denuncias, procesos. Y en más de un caso, sentencias.

La imagen pública de todos ellos se ve afectada: la madre como victimizada, los hijos como rebeldes, el exmarido como antagonista, el marido como figura cuestionada.

¿El hundimiento definitivo?

No lo sabemos. Pero sí sabemos que la herida persiste. Que el silencio no es curativo. Que las apariencias no ocultan el dolor que hay debajo.

¿Se hundió Rocío Carrasco y Fidel Albiac por Rocío Flores con Antonio David? En parte sí. Pero también se hundieron ellos mismos, su historia, sus expectativas.

Y los hijos, ¿culpables? No exactamente. Más bien víctimas de un sistema –­familiar, mediático­– que los atrapó.El hundimiento no fue unilateral.

Un relato humano, no solo mediático

Porque más allá de titulares y programas, hay personas. Una madre que siente que ha perdido a sus hijos. Un padre que combate su imagen pública. Una hija que decide hablar y otra que decide callar. Un esposo que apoya pero que también sufre el impacto.No hay vencedores claros. Solo vidas que se cruzaron, se alejaron, y quizá nunca volverán a reencuentro completo.

¿Y ahora qué?

El futuro está abierto. Podría venir una reconciliación, podría no venir nada.La madre dice que solo quiere que se sepa la verdad, que la dejen tranquila.Fidel quizá siga siendo el apoyo silencioso, fuera del foco.

Epílogo de una historia abierta

Y sigo acabando así: la historia de Rocío Carrasco, Fidel Albiac, Rocío Flores y Antonio David Flores no es un escándalo puntual. Es un drama largo, tejido con ausencias, reproches, heridas, medios de comunicación, voces que se pierden, amigos que se alejan.