La tarde se tiñó de tensión cuando Alejandra Rubio encendió las redes con palabras punzantes contra su suegra, Mar Flores. El motivo, un torbellino mediático que empezó con la presentación de las memorias de la modelo, siguió con declaraciones en el programa De Viernes conducido por Santi Acosta, y culminó en un pulso emocional entre generaciones. En un mundo donde lo íntimo se vuelve público, la joven no vaciló en lanzar dardos directos: “No voy a tolerar que se cuestione quién defiende a mi pareja”, dijo con voz firme.

El libro que desató la tormenta

Mar Flores sacó a la luz su obra autobiográfica titulada Mar en calma con gran expectativa mediática. Los medios no tardaron en publicar fragmentos controvertidos: acusaciones de agresiones, infidelidades y versiones no favorecedoras del carácter de su hijo, Carlo Costanzia. En la entrevista promovida en De Viernes, Mar apeló a su verdad como madre, señalando que, si había errores, ella sólo estaba contando lo vivido.

Pero aquello fue interpretado por muchos como una afrenta directa a la figura de su hijo y a la nueva familia que él ha formado con Alejandra Rubio. La modelo deslizó insinuaciones sobre episodios oscuros del pasado, criminalidad emocional, y reproches que cruzaron la frontera entre confesión y venganza.

Cuando Carlo participó en De Viernes, respondió con dureza. Aseguró no reconocer los pasajes que lo retrataban como violento o infiel, sostuvo que “jamás puse un dedo encima” y acusó a Mar de decir “barbaridades”. Él declaró que fue su nuera quien le entregó el libro en Turín, y que muchas de las revelaciones le “abrieron los ojos”. Según sus palabras, algunos capítulos eran ficciones motivadas por resentimientos.

El impacto no fue menor: algunos medios insinuaron que Carlo había cancelado apariciones televisivas para evitar la confrontación y que la tensión entre madre e hijo estaría afectando la vida familiar.

La defensa sin reservas: Alejandra no se quedaría callada

Frente a esas versiones, Alejandra no permaneció en silencio. En el plató de Vamos a ver salió al paso de las especulaciones, poniendo en duda la veracidad de fuentes externas. “Lo que él piensa lo sabe sólo él y yo”, afirmó con voz contenida. Respondió a quienes afirmaban conflictos internos entre ellos, asegurando que no había crisis ni distanciamiento profundo.

La joven también replicó las explicaciones de Mar sobre la ausencia de Carlo en la presentación del libro. Mientras Flores dijo que él estaba “trabajando”, Alejandra sostuvo que esa versión era insuficiente, y acusó al entorno mediático de querer armar una narrativa que dejara mal posicionado a su pareja. Según Rubio, Carlo “no quiere posicionarse” públicamente, y que acudir a ese evento habría sido más un símbolo mediático que un gesto familiar.

Además, en el fragor del debate, Alejandra fue acusada por algunos opinólogos de “atacar” la figura maternal de Mar con demasiado vehemencia. Pero ella lo justificó como una defensa necesaria: “Si cuestionan quién protege a mi pareja, yo respondo”, repitió. En ese enfrentamiento, la nuera de Flores no temió apuntar directamente: la acusó de manipular versiones, tergiversar recuerdos y usar el libro como una herramienta de confrontación. Sus palabras resonaron como un “ataque” mediático, pero también como una declaración de lealtad irrestricta hacia Carlo.

De Viernes y el escenario del conflicto

El programa De Viernes, conducido por Santi Acosta, pasó a tener un protagonismo inusitado en esta historia. No solo fue el espacio en que Mar Flores presentó sus memorias, sino el foro en que Carlo defendió públicamente su versión y donde los espectadores comenzaron a especular sobre los choques internos del clan. En esa emisión, Carlo, mirando directamente a cámara, dijo con énfasis: “No hay crisis. Lo siento si lo decía en directo, pero no la hay.”

El uso de la televisión como tribunal público marcó el pulso definitivo: Mar habló desde el derecho de madre herida; Carlo desde el deseo de que su nombre no sea distorsionado; Alejandra desde la batalla por su relación. Las declaraciones cruzadas, los silencios incómodos y los titulares encendidos hicieron que De Viernes se convirtiera en épica televisiva.

Ecos del pasado: episodios que no se olvidan

Este conflicto no surgió de la nada. Carlo Costa­nz­ia arrastra antecedentes judiciales —una condena por estafa que cumplió parcialmente— que ya habían generado sombras en su historia pública.

Además, hubo momentos escabrosos: un paparazzi acusó al actor de arrojar huevos desde su casa en ausencia de Alejandra, una versión que él negó con rotundidad y para la cual pidió responsabilidad mediática.

En cuanto a la relación entre Alejandra y Mar, en el pasado hubo un encuentro amistoso: Mar declaró que había conocido personalmente a su nuera y que todo había transcurrido con normalidad, que “no hay más que decir”, aunque las tensiones subyacentes ya se vislumbraban.

Pero con la publicación del libro y las réplicas familiares televisadas, la relación madre-nuera ha pasado de cordialidad superficial a confrontación emocional.

En el ojo público: consecuencias y reflexiones

La batalla mediática tiene ganadores y perdedores invisibles. Carlo intenta proteger su identidad, negando relatos que lo lastiman. Mar busca que su verdad sea escuchada, aunque eso implique acusar abiertamente a su hijo. Alejandra, por su parte, arriesga su imagen con una defensa tajante, entrando en terreno de confrontación familiar.

¿Quién gana credibilidad? Eso depende del espectador. Pero lo que nadie puede negar es el precio emocional: menos privacidad, más titulares y una tensión interna expuesta al escrutinio público. En una cultura mediática ávida de confrontaciones, esta disputa familiar se transformó en espectáculo.

Finalmente, aunque Alejandra fue acusada de “atacar” a la madre de su pareja, para ella fue simplemente una demanda de respeto. No se trataba de destruir a Mar Flores, sino de defender a quien ama, de imponer límites sobre qué puede decirse en público y hasta dónde la verdad familiar puede ser vendida como producto televisivo. En ese cruce de memorias, declaraciones y programas de debate como De Viernes, la línea entre lo íntimo y lo público quedó irreversiblemente difusa.