La tensión ya latía en el estudio de¡De Viernes!” antes de que las cámaras comenzaran a rodar. Los focos parecían tema de vigilancia, cada sombra y cada reflejo cobrándose protagonismo. Se decía en los pasillos que aquella emisión no sería rutinaria: se avecinaba un choque directo, un episodio que pondría a Terelu Campos en el ojo del huracán mediático frente a una supuesta farsa tejida por Carlo Costanzia, todo en el contexto del enfrentamiento con Mar Flores.

Cuando comenzó el programa, el presentador introdujo el bloque con voz seria: “Hay asuntos que ya no admiten medias tintas. Hoy veremos una fuerte revelación que puede hundir prestigios y desencadenar rupturas”. Un murmullo se extendió entre el público. Terelu bajó los escalones hacia su asiento con expresión grave, conteniendo lo que parecía una tormenta interior.

Desde su silla, Terelu respiró hondo y alzó la mirada al auditorio y cámaras. Su voz comenzó casi en un susurro, como si midiera cada palabra:

He sido acusada de muchas cosas en los últimos tiempos. Se me ha dicho que hablo poco, que me escondo detrás del silencio. Pero hay silencios que pesan, y hay acusaciones que son farsa. Hoy niego con fuerza lo que se da por hecho. Y advierto: quien juega con mi silencio, paga el precio público”.

Ese disparo verbal hizo estallar el primer estruendo emocional en el plató. Lo que se decía “pillada” —es decir, revelación inesperada en contra de alguien— comenzaba a desplegarse.

Carlo Costanzia, presente como invitado especial, tomó el turno con semblante sereno, pero su mirada guardaba dureza contenida. Él ya venía preparado para desmontar los discursos de Mar Flores y también para replicar a quienes lo acusaban de jugar con “falsas versiones”. En su intervención, arremetió contra el libro de memorias de Mar, tildando pasajes como “barbaridades” y “mentiras” que le afectan directamente.

Con voz firme, Costanzia dijo que recurriría a la vía judicial para limpiar su nombre:

Lo que respecta a mí es falso, ni más ni menos. Y como son falsedades, voy a pedir amparo a la justicia. Haré lo que tenga que hacer.”

Al escucharlo, Terelu cerró los ojos un instante, como conteniendo el pulso. Luego retomó:

¿Fácil negar? Sí. ¿Valiente? No tanto cuando no se enfrentan las consecuencias. La farsa puede disfrazarse de silencio, pero quien la arrastra es quien sufre el peso de la duda. Y aquí no caben medias verdades”.

Y siguió, acusando implícitamente a Carlo de actuar en un juego mediático diseñado:

Que no digan que actuaron de corazón cuando lo que hicieron fue coreografiar emociones para la cámara. Que no digan que yo uso el silencio: el silencio fue impuesto. Me pidieron no hablar, me lo exigieron públicamente. Pero que no jueguen ahora con esa condición como si fuera carta ganadora”.

La sala quedó en blanco durante unos segundos. Los presentadores intervinieron para repartir micrófonos, moderar, calmar tensiones. Pero la atmósfera ya estaba cargada. Algunos colaboradores mascullaban entre sí: “Esto no será fácil de borrar mañana”.

Carlo, con calma calculada, respondió:

Tengo pruebas documentadas. Contratos, cartas, fechas, llamadas. Quien acusa debe demostrar. No me defenderé con silencios: responderé con hechos”.

Se proyectaron en pantalla fragmentos de su entrevista y declaraciones previas, donde él afirmaba que había sido señalado de infidelidades, de manipulaciones, y que su versión no había sido respetada.

Terelu aprovechó esos momentos para alzar la carga emocional:

¿Ven las imágenes? ¿Ven las caras ensayadas? ¿Ven los gestos que parecían cálidos? No todo lo que reluce es verdad. La cámara no registra el dolor real, solo la versión conveniente. Y tengo derecho a exponer mi herida cuando se manipula mi nombre”.

Ella confesó que estaba “hundida” emocionalmente por las acusaciones que la situaban como parte de una farsa:

Me han retratado como la cómplice silenciosa, la sombra suave detrás de otros rostros. He soportado rumores, insinuaciones, miradas cómplices. Pero esta noche digo: estoy harta. Harta de que me pinten como actriz secundaria en un guion que no escribí”.

Uno de los momentos más punzantes llegó cuando Terelu se dirigió directamente a Mar Flores, aunque esta no estaba presente:

No te vi enfrentarme. No te vi mirarme a los ojos. Y cuando algo molesta, se dice. No se lanzan insinuaciones disfrazadas de crítica literaria. Así que no hables de silencio si tú fuiste quien pinceló la primera sombra”.

El público respiraba contenido; algunos movían la cabeza en señal de expectativa, otros tomaban nota mental del escalón que se elevaba en el conflicto familiar. Los colaboradores del programa intercambiaban miradas cómplices y desaprobadoras ante la intensidad del cruce.

Carlo no esquivó. Con tono sereno pero firme:

No vine a imponer una versión, vine a limpiar una reputación. Si alguien interpreta mi silencio como farsa, ese alguien debe enfrentar el coste de esa interpretación”.

En ese momento, el presentador intervino para dar paso al cierre del bloque. Terelu, con voz trémula pero digna, sentenció:

Hoy no hemos visto una exposición de gestos fabricados. Hoy hemos visto la fisura entre lo dicho y lo vivido. Que queden claros mis límites: no toleraré manipulaciones, ni que me acusen sin plataforma. Y si quieren seguir este juego: que sepan que los silencios pesados también pueden romperse”.

El bloque finalizó con un silencio profundo que pareció inundar el plató. Las luces bajaron, se recogieron los micrófonos, pero el eco no desapareció.

Al abandonar el escenario, Terelu caminó con paso firme pero visible la carga emocional en su rostro. Se detuvo en el pasillo por un instante, mirando hacia atrás, quizá esperando ver la reacción o el gesto de respuesta. Pero no hubo ruido, solo cámaras activas, flashes fugaces, y un ambiente de expectación.

Carlo se retiró con calma, acompañado de su equipo, su expresión cerrada pero contenida. La polémica, sin embargo, había sido dominada esa noche por Terelu, que había pasado de víctima silenciosa a voz que exige respuesta.

Los programas posteriores replicaron fragmentos: “Terelu hundida ante la farsa”, “Costanzia desmontado”, “El silencio no habla, pero ahora resuena”. Y en las redes, usuarios debatían quién tenía la razón, quién exageraba, quién manipulaba. Algunos apoyaban a Terelu: “Ya basta de que la pinten como culpable del silencio”. Otros defendían a Carlo: “Tiene derecho a defenderse y probar su versión”.

Mientras tanto, Mar Flores, aunque no protagonista directo de esa noche, era parte esencial del telón de fondo: sus memorias, sus declaraciones, el inicio del fuego cruzado. Ese episodio nocturno fue un capítulo más en aquella historia donde silencios, denuncias y medias verdades tejían una trama de consecuencias.

Y así quedó la escena: una fuerte pillada —es decir, una revelación pública inesperada— donde Terelu Campos, aunque herida, emergió del tormento del silencio para plantar bandera frente a lo que llama una farsa. Carlo Costanzia, por su parte, con argumentos y documentos, contraatacó a quienes lo acusan. Y el público se quedó observando las grietas de una narrativa familiar que jamás sería simple.